Cristo, el Rey de Reyes que reina desde una cruz

by AdminObra

«Existe un Rey por sobre todos los reyes, detrás de todos los reyes, y los más grandes reyes de la tierra no son sino oscuros reflejos del verdadero Rey. Desde la quietud el Rey pronunció la luz, las formas, la belleza, la vida. Él creó a la humanidad a su imagen y semejanza y la humanidad caminó con el Rey pero esta relación no duraría. Un nuevo rey ascendería al trono de cada corazón humano. El pecado, un rey con muchos nombres: lujuria, adicción, codicia, envidia, violencia, orgullo. Su reinado trajo miseria y muerte pero el verdadero Rey hizo la promesa de que algún día la humanidad encontraría refugio bajo Él.  Un día el verdadero Rey retornaría en un pueblo oscuro, recostado en un pesebre, en medio de la pobreza, la violencia y la opresión. Esa promesa fue cumplida, el Rey no vino como un emperador pero sí como un servidor, no para juzgar sino para salvar rompiendo el poder del pecado, abriendo camino a los hombres para volver a casa como hijos e hijas del Rey. ¡Él es el Rey de reyes! Su nombre es Jesús».

Podemos imaginarnos ahora al cuenta-cuentos cerrando su libro y levantando la mirada por sobre sus anteojos para mirar el rostro asombrado de los niños que lo escuchan. Y es que este relato recuerda a esos cuentos que escuchan los niños antes de acostarse: la trama es sencilla, las acciones son coherentes, aparece un problema que intriga y que compromete, y finalmente aparece un héroe que ayuda a que la historia termine de manera feliz.

 

Hasta aquí una descripción desde las formas del relato anterior realizado por Dan Stevers, pero en realidad desde el inicio nos dimos cuenta de qué historia se trataba. Ese cuento nos tiene completamente implicados, esos hombres mencionados somos nosotros, esas aparentes analogías e imágenes resultan no serlo en absoluto. Esa historia es verdadera y permanece abierta a seguirse escribiendo.

El mundo en el que vivimos será testigo de las celebraciones que realizaremos en esta Semana Santa cuando celebremos con fe el misterio de la Pascua del Señor. Verán distintas manifestaciones religiosas en las calles y cerca de las Iglesias y tal vez dirán en su interior: «Estos siguen creyendo en esos cuentos». La Iglesia ha recibido esos comentarios desde los inicios, basta revisar los relatos de los Evangelios y de los Hechos de los apóstoles para constatarlo. Es que anunciar lo que anunciamos nos puede definir sólo de dos maneras: somos unos ilusos engañados o somos testigos de la mayor maravilla del mundo.

Estamos a puertas de que nuestra Madre la Iglesia nos cuente una vez más la mejor y más verdadera historia de todas. ¿Empezamos esta Semana Santa con un corazón abierto a este asombro o vamos a escuchar “el mismo cuento” de todos los años? ¿Hay todavía en nosotros un corazón como el de un niño atento capaz de quedar deslumbrado con un relato al punto de pedir que se lo cuenten otra vez, sin acostumbrarse y sin aburrirse? Que podamos ser parte de aquellos sobre quienes dice el Señor: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y los inteligentes, y se las has revelado a los niños» (Mt 11, 25).