En la vida hay sequedades y dificultades.
En San José, estos sufrimientos de los sentidos no sabemos si fueron en su infancia o en su juventud. Pensemos que tendría tres meses terribles en su vida para ver qué determinación elegía respecto a él mismo, y a la Virgen. Pero ese tiempo, en el fondo, lo estaba fortaleciendo.
Qué alegría para San José el verse inclinado hacia el bien, con todo el ímpetu de su corazón. Tiene una tremenda hambre y sed de justicia, y desea que todos le demos a Dios lo que se le debe. Lo mismo que al prójimo. Su hambre y sed de justicia significan en San José, y en cualquiera, tener un corazón lleno de amor a Dios y al prójimo. No es fácil. Pero él es definido como el “justo”, esto es, el pleno.
Y, en medio de tantas contrariedades, él siempre quiso agradar a Dios. No es nada fácil, repetimos. Y con un alma grande, magnánima, fuerte, para emprender todo lo que el Cielo le pedía.
A veces, San José ha sido presentado anciano y débil. No. Es fuerte. Por su oficio de carpintero, por naturaleza; por el don de la fortaleza, por sobrenaturaleza.
San José es el Santo Patriarca lleno de hambre y sed de justicia, porque él es el Justo, que quiere que todos la tengamos. Esto es, que se cumpla la voluntad de Dios en nosotros a pesar de las tentaciones de huir de ella.