Se preguntaba San Juan Pablo II “¿Cómo adentrarnos en la profunda vida interior de San José?! Y el mismo Papa nos daba unas pautas sobre su santidad en relación, y por relación, a Jesús y María.
No olvidemos que queremos entrar en el corazón del santo más grande después de la Virgen María.
Ya León XIII decía de San José “que se impone a todos por su augusta dignidad”. Y participa de la excelsa grandeza de su Esposa.
En definitiva, ¿por qué tanta santidad? Por la acción del Espíritu Santo que es donado por medio del Corazón de Jesús y de María. De la misma manera, Isabel había quedado llena del Espíritu Santo al recibir la visita de Nuestra Señora (Lc 1, 36).
San Maximiliano Kolbe decía que la Virgen María se parecía mucho al Espíritu Santo. ¡Cómo no iba a querer llenar de dones a su Esposo! San Agustín decía que el Espíritu Santo obró para los dos y descansó en los dos. Por tanto, más aún que Santa Isabel, San José fue lleno de Espíritu Santo. ¿Cuándo sería el Pentecostés de San José? San Juan Pablo II decía que en el instante de la Anunciación él tendría que quedar asociado a esa plenitud. Esto es, desde la Encarnación, San José se encontró en la intimidad de Dios.
San Lucas recoge que la Virgen María respondió al Arcángel “Hágase”, y San Mateo dice que San José “hizo” lo que se le había encomendado. Pues esta verificación es, en palabras de San Juan Pablo II, el inicio del “camino de San José”. El “camino interior”. Una verdadera “peregrinación” dentro de sí. Y, así, San José se fue llenando de la caridad que es la santidad, porque está lleno del Espíritu Santo y pudo desarrollar un amor hacia Jesús y María increíble por su pureza y dedicación. Es decir, el “corazón” de San José fue regenerado para que amase de una manera inconcebible. Pero que fue concebida al final.