Debemos entender las apariciones de la Virgen en relación estrecha con Jesucristo, mediador entre los hombres, sus hermanos, y Dios Padre. Jesucristo ejerce de mediador en los ministerios propios de su condición humana-divina: Rey, Sacerdote, Profeta.
La Virgen María participa, de una manera conforme a Ella, también de la función profética.
El papel de profeta es el de comunicar un mensaje divino, recibido mediante una revelación. El carisma profético (desarrollado por hombres y mujeres) es distinto del sacramento del Orden y presupone una intervención especial del Espíritu Santo. Estas intervenciones del Espíritu requieren nuestro respeto.
En el Nuevo Testamento, el carisma profético de María se manifiesta sobre todo en el Magníficat.
Las apariciones marianas forman parte de los fenómenos proféticos que acompañan el camino del Pueblo de Dios desde el inicio de su historia. Las profecías no terminan con la Revelación de Jesucristo. Esto es importante saberlo. La Revelación sí está completa desde el fin de la “era apostólica”. Pero las profecías son un rasgo típico de la Iglesia, que permanecerán hasta la Parusía, hasta el regreso glorioso de Jesucristo al final de los tiempos.