CHARLA SOBRE LAS APARICIONES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE.

by AdminObra

Ayer tuvimos en la Parroquia una charla sobre las apariciones de la Santísima Virgen en México, en Guadalupe, que nos dio el sacerdote vigués Don Alberto Montes Rajoy, mexicano de nacimiento, gran conocedor del tema.

Junto con el recorrido histórico de estas apariciones, se nos fueron comentando multitud de datos que nos hablan, definitivamente, de la sobrenaturalidad de estos acontecimientos. Por ejemplo, cuando en la tercera aparición, la Virgen promete a Juan Diego un signo para convencer al obispo Zumárraga de la veracidad de su presencia. Este signo serán las rosas castellanas que llevará, por mandato de la Virgen al obispo, en su manto en el cual quedará impreso la imagen de María.

Se nos habló del rostro de la Virgen, ni blanco ni indio, sino un rostro mestizo, lo cual significa el deseo que tiene Dios de ser conocido en la nueva civilización.

No se la puede confundir con una diosa, pues no lleva una máscara, y, además, tiene las manos en actitud de oración; de oración cristiana.

Aparece poderosa ante el sol y ante la luna, sobre la cual pone los pies (la luna es símbolo del dios-serpiente), lo cual nos habla del poderío de la Señora. Tanto ante el dios-sol como ante el dios-luna se cometían miles de sacrificios humanos. Ella vendría a liberar a aztecas de las crueldades de sus falsas creencias.

Se nos habló de las bandas que caen de las manos de María que son signos de su maternidad.

Se presentó con los colores azul y verde, los colores de la divinidad.

Se nos habló cómo la pupila conserva la imagen de los que estaban ante Juan Diego cuando acercó las flores al obispo Zumárraga. De cómo la pupila del ojo de la Virgen se contraía cuando se le acercaba una luz, y se dilataba al alejarse. Una pupila viva, pues.

Muchos más detalles que nos hablan de un verdadero mensaje de Dios a través de su Madre Santísima que propiciaron que millones de mexicanos se convirtieran a la fe en los siguientes diez años.

Ante los avatares de la vida nunca nos preocupemos, nos decía, finalmente, Don Alberto, pues la Virgen se presentó ante Juan Diego, y ante nosotros, como nuestra Madre.