Del recientemente fallecido liturgista D. Javier Sánchez Martínez, ofrecemos una exposición sobre el Miércoles de Ceniza.
Cenizas para un Miércoles penitencial, el rito
- Su origen y su vigencia
Rito penitencial antiguo, con el cual los pecadores se agregaban al Orden de los penitentes, quedaban excluidos de la Comunión eucarística y de la posibilidad de ofrecer, con ayunos y oraciones, durante un tiempo amplio, hoy las cenizas nos indican a todos los fieles el camino penitencial (¡y bautismal!) de la santa Cuaresma.
Impresionante y conmovedor rito, que bien vivido, con la suficiente densidad espiritual, sin duda marcará el inicio de la Cuaresma señalando un “algo” distinto que comienza, un “algo” que es un tiempo de gracia, de cambio, de acercamiento a Dios, de caducidad de todo lo perecedero en lo que ponemos, tantas veces, las raíces de nuestra existencia.
“21. El miércoles que precede al primer domingo de Cuaresma, los fieles cristianos inician con la imposición de la ceniza el tiempo establecido para la purificación del espíritu. Con este signo penitencial, que viene de la tradición bíblica y se ha mantenido hasta hoy en la costumbre de la Iglesia, se quiere significar la condición del hombre pecador, que confiesa externamente su culpa ante el Señor y expresa su voluntad interior de conversión, confiando en que el Señor se muestre compasivo para con él. Con este mismo signo comienza el camino de su conversión que culminará con la celebración del sacramento de la Penitencia, en los días que preceden a la Pascua.
La bendición e imposición de la ceniza se puede hacer o durante la Misa o fuera de la misma. En este caso se inicia con la liturgia de la Palabra y se concluye en la oración de los fieles.
- El miércoles de ceniza es un día penitencial obligatorio para toda la Iglesia y que comporta la abstinencia y el ayuno” (Cong. Culto divino, Carta sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales).
Y tiene sentido, muy necesario, para los hombres y mujeres de esta generación, inmersos en la cultura del relativismo (o del nihilismo, como se prefiera):
“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.
A pesar de la secularización de la sociedad contemporánea, el pueblo cristiano advierte claramente que durante la Cuaresma hay que dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente importantes; que hace falta un esfuerzo evangélico y una coherencia de vida, traducida en buenas obras, en forma de renuncia a lo superfluo y suntuoso, en expresiones de solidaridad con los que sufren y con los necesitados” (Directorio Piedad popular y liturgia, n. 125).
- La realización del rito
Las rúbricas señalan de dónde vienen estas cenizas:
“En la misa de este día se bendice y se impone la ceniza, hecha de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos el año precedente».
Las cenizas son los ramos de olivo y las palmas del anterior Domingo de Ramos: la gloria que se convierte en ignominia por la cruz. Del triunfo (externo) de Cristo acompañado de los ramos, a la ceniza de ellos, a la ignominia, cruz, sepultura del Señor ¡No son cenizas de otras cosas, ni de ramas cogidas de árboles el día antes!
Se omite el acto penitencial del inicio de la Misa, porque el rito penitencial es la imposición de la ceniza tras la homilía.
Y las oraciones de bendición de la ceniza atienden tanto a las mismas cenizas como, sobre todo, aquellos que las recibirán; por tanto, se bendice en todas las Misas en las que se va a imponer. Después de la homilía se bendicen las cenizas; el Misal ofrece dos oraciones ad libitum, que dan la clave del sentido penitencial del rito, su deseo espiritual y su petición a Dios.
En la primera se bendice a los fieles que van a recibir la ceniza para que alcancen la plenitud mediante las prácticas cuaresmales pensando ya en la Pascua (¡tan olvidada!):
“Oh Dios, que te dejas vencer por el que se humilla y encuentras agrado en quien expía sus pecados, escucha benignamente nuestras súplicas y derrama la gracia + de tu bendición sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza, para que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con corazón limpio, a la celebración del misterio pascual de tu Hijo».
En la segunda oración se tiene más presente la dimensión de expiación y caducidad del hombre con vistas a la renovación en Cristo:
“Oh Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento, escucha con bondad nuestras súplicas y dígnate bendecir + esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza; y porque sabemos que somos polvo y al polvo hemos de volver, concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados; así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu reino».
Estas son las perspectivas teológicas y espirituales del rito que el Miércoles de Ceniza, con devoción y corazón contrito, realizaremos. Ojalá no quede sólo en recibir la ceniza -como tantos acudirán a recibir este sacramental- sino que desde el principio la mirada esté puesta en vivir la Pascua y participar de la Vigilia pascual, la gran desconocida de la vida espiritual, porque la meta es llegar santamente a vivir la gran Vigilia pascual, la Vigilia madre de todas las santas vigilias.
Tras el rito, la oración de los fieles, y la Misa prosigue como de costumbre.
Insisto sólo en un último detalle: las cenizas se imponen en la cabeza, no en la frente. En las Escrituras, cuando se hace penitencia, se echa ceniza en la cabeza y se visten de saco. Lo bíblico y lo que aparece en los libros y en las fórmulas de bendición es “la cabeza” y si nos remitimos al testimonio gráfico, basta ver fotos de los últimos Papas dónde reciben la ceniza y dónde la imponen. A mí me causa un poco de extrañeza imponerla allí donde el Espíritu Santo ha marcado a una persona: en la frente con el Sacramento de la Confirmación. Me da la sensación (personalísima) de querer empañar la Santa Unción