BREVES MEDITACIONES CUARESMALES (Benedicto XVI)

by AdminObra

Ahora quiero reflexionar brevemente también sobre el sufrimiento, pues, como escribí en la encíclica Spe Salvi, “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad”. La Pascua, hacia la cual se orienta la Cuaresma, es el misterio que da sentido al sufrimiento humano, partiendo de la sobreabundancia de la com-pasión de Dios, realizada en Jesucristo.

Por consiguiente, el camino cuaresmal, al estar totalmente impregnado de la luz pascual, nos hace revivir lo que aconteció en el corazón divino-humano de Cristo mientras subía a Jerusalén por última vez, para ofrecerse a sí mismo en expiación. A medida que Jesús se acercaba a la cruz, el sufrimiento de Cristo está totalmente iluminado por la luz del amor: el amor del Padre que permite al Hijo afrontar con confianza su último “Bautismo”, como El mismo define el culmen de su misión.

Este Bautismo de dolor y de amor, Jesús lo recibió por nosotros, por toda la humanidad. Sufrió por la verdad y la justicia, trayendo a la historia de los hombres el Evangelio del sufrimiento, que es la otra cara del Evangelio del amor. Dios no puede padecer, pero puede y quiere com-padecer. Por la pasión de Cristo puede entrar en todo sufrimiento humano la con-solatio, “el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza”.