No fue la fe en la resurrección la que originó visiones subjetivas, sino que, por el contrario, las apariciones objetivas del Señor engendraron la fe en su resurrección.
Contra el carácter subjetivo de las apariciones se levanta igualmente el hecho de que se produjeran solamente durante el corto espacio de unas semanas.
¿Cómo puede explicarse que las apariciones cesen de repente y precisamente falten, cuando la fe en la resurrección había logrado un triunfo completo en el pequeño grupo de los fieles y urgía su difusión tras los acontecimientos de Pentecostés que despertaron una nueva ola de entusiasmo? La “epidemia de visiones de Cristo”, que naturalmente tuvo que apoderarse de los Apóstoles después de su retorno a Galilea, no podían extinguirse repentinamente, si no había una causa externa que los justificara. Si la fe en la resurrección hubiera sido la causa de las visiones, tendrían que haberse producido en mayor número e intensidad después de los acontecimientos de Pentecostés.