- LOS VEINTE SANTOS MÁRTIRES de Numidia, en Argelia. (ss. III/IV).
- San GURIAS, asceta, y San SAMONAS, ambos mártires, que bajo el Emperador Diocleciano, después de crueles tormentos, fueron condenados a muerte y decapitados en Edesa, actual Turquía. (305).
- San FELIX, en Nola, Campania, Italia. Con cuyos cuidados pastorales y devoción se honra la ciudad de Nola. (ss. IV/V).
- San MACUTO, obispo, en la Bretaña Menor, Francia. Obispo de Alet, falleció en Saintes. (640).
- San LEOPOLDO, príncipe de Klosterneuburg, en Austria. Fue honrado ya en vida con el nombre de “Piadoso”, pues fue siempre portador de paz y amigo de los pobres y del clero. (1136).
- San ALBERTO MAGNO, obispo y doctor. Colonia. Enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de Santo Tomás de Aquino, uniendo la sabiduría de los santos con las ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de los dominicos a toda clase de honores. Murió santamente en Colonia. (1280).
- Beatos HUGO FARINGDON, abad, JUAN EYNON, y JUAN RUGG, sacerdotes, los cuales opusieron tenaz resistencia al Rey Enrique VIII, que intentaba apropiarse de la autoridad de la Iglesia, y por ello, acusados de traición, delante del monasterio fueron ahorcados y descuartizados. (1539).
- Beatos RICARDO WHITING, abad, ROGE JAMES y JUAN THORNE, sacerdotes benedictinos, acusados falsamente de traición y sacrilegio, durante el mismo reinado. Fueron ahorcados y descuartizados. (1539).
- Beata LUCÍA BROCCADELLI, religiosa, que tanto en el matrimonio como en el monasterio de la Tercera Orden Dominica, en Ferrara, Italia, sobrellevó con paciencia muchos dolores y vejaciones. (1544).
- Beato CAYO COREANO, mártir, en Nagasaki, Japón. Siendo catequista fue quemado en la hoguera. (1627).
- Santos ROQUE GONZÁLEZ y ALFONSO RODRÍGUEZ, sacerdotes jesuitas y mártires, en Caaró, Paraguay. Fundaron “reducciones” para los pueblos indígenas, donde el trabajo y la vida social se compaginaban con los valores del cristianismo, y por esto fueron asesinados a traición por el sicario de un personaje adicto a la magia. (1628).
- San JOSÉ MKASA BALIJUDDEMBÉ, mártir de Uganda, que estando al frente del palacio real, recibido el bautismo ganó a muchos jóvenes para Cristo y defendió a los niños de la corte de las pasiones viciosas del Rey Mwenga, por lo que éste ordenó cortarle la cabeza. (1904).
- San RAFAEL de SAN JOSÉ KALINOWSKI, sacerdote, en Wadowice, Polonia. Durante la guerra de insurrección de su pueblo contra el opresor, fue hecho prisionero por el enemigo y deportado a Siberia; después de sufrir muchas calamidades, y recuperada la libertad, ingresó en el Carmelo. (1907).
Hoy recordamos especialmente a SAN JOSÉ PIGNATELLI
De familia italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Ingresó a la comunidad jesuita y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad, especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los presos. En 1767 la masonería mundial estableció un acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los padres Jesuitas. El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y expulsó de territorio español y de sus colonias respectivas a todos los jesuitas. El Padre José Pignatelli y su hermano por pertenecer a una familia aristocrática recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de renunciar a su vocación jesuita; los hermanos no aceptaron y prefirieron el destierro en la Isla de Córcega. Sin embargo, los franceses invadieron la isla, y ambos también fueron expulsados del lugar. En 1774 Clemente XIV por petición de los reyes españoles emitió un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús; como resultado del decreto, aproximadamente 23 mil jesuitas fueron obligados a abandonar sus respectivos conventos y monasterios. San José Pignatelli junto con sus demás compañeros obedecieron humildemente y durante los 20 años siguientes soportaron pacientemente sufrimientos y humillaciones. Más adelante, el santo con permiso del Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la ayuda de ellos empezó a organizar a los jesuitas en Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia para su formación y preparación. El jefe de los jesuitas de Rusia lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, aunque fuera a paso lento y en secreto. El santo oraba y trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a renacer, y en 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles fuera restablecida la congregación. Al poco tiempo y con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró restablecer conventos jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en Cerdeña. A pocos meses de conseguir la aprobación Pontificia y así restablecer la Compañía de Jesús, el Padre José falleció en 1811.