- San TEODOTO, mártir, en Tracia, actual Turquía. (s. III).
- San HIPACIO, obispo y mártir, en Gangres, actual Turquía, lapidado en un camino por los herejes novacianos, defensores de un rigorismo extremo. (325).
- San RUFO, en la Provenza francesa, considerado el primero que estuvo al frente de la comunidad cristiana de este lugar. (s. IV).
- San LORENZO O`TOOLE, obispo, Dublín. Que entre las dificultades de su tiempo promovió valerosamente la disciplina regular de la Iglesia, procuró poner paz enter los príncipes y, finalmente, habiendo ido a visitar al Rey Enrique de Inglaterra, falleció. (1180).
- San SERAPIÓN, abad. Argel. Mercedario. Fue el primero que mereció la palma del martirio. (1240).
- Santos NICOLÁS TAVELIC, DEODATO ARIBERT, ESTEBAN CÚNEO y PEDRO NARBONE, presbíteros de la Orden de Hermanos Menores y mártires, que por predicar la fe cristiana a los sarracenos fueron quemados vivo en Jerusalén. (1391).
- San ESTEBAN TEODORO CUÉNOT, obispo de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, en la Cochinchina, hoy Vietnam. Tras veinticinco años de duros trabajos, durante la persecución feroz del Emperador Tu Duc fue arrojado a una cuadra de elefantes, donde murió agotado de sufrimientos. (1861).
Hoy recordamos especialmente a BEATO JUAN de LICIO
Nació en 1400, en Cáccamo, Sicilia, en el seno de una familia de pobres labradores. Su madre murió en el alumbramiento. Desde entonces y durante sus 111 años de vida, estuvo plagada de hechos milagrosos.
Su padre tenía que trabajar en el campo, y se vio forzado a dejar al niño solo. Ante el llanto del pequeño, una vecina lo tomó y se lo llevó a su casa, poniéndolo en la misma habitación en donde yacía su marido paralítico, que fue instantáneamente curado. La mujer le contó al padre de Juan el milagro, pero éste, disgustado porque su vecina había tomado al niño sin su permiso, no le prestó atención, y se lo llevó a su casa. Apenas el niño dejó la casa de la vecina, le su marido se vio nuevamente atacado por la parálisis; cuando Juan retornó, el hombre recuperó el movimiento. Hasta el padre del niño tomó esto como una señal del cielo, y permitió que los vecinos lo cuidaran.
Antes de cumplirlos los diez años, Juan recitaba el Oficio Divino. A los 15, durante un viaje a Palermo, en la iglesia de Santa Zita Juan se confesó con el Beato Pedro Jeremías quien le sugirió que considerara entrar en la vida religiosa. Pese a no considerarse apto, Juan siguió su consejo, entrando en loa Orden Dominica en 1415, llevando el hábito durante 96 años, lapso de tiempo no superado hasta ahora por ningún otro miembro de la Orden.
Fundó el convento de Santa Zita en Caccamo. Faltando dinero para la construcción, mientras oraba pidiendo consejo, se le apareció un ángel que le dijo: «construye en los cimientos de lo que ya está construido». Al día siguiente, en el bosque cercano encontró la construcción abandonada de la iglesia Santa María de los Ángeles, presumiendo que ese era el lugar indicado por el Ángel, comenzó la construcción allí, durante la cual muchas dificultades fueron resueltas de forma milagrosa.