Consideración sacerdotal
“Iba Jesús camino de Jerusalén, cuando le vieron diez hombres leprosos. Vivían al margen de la sociedad, como los leprosos de entonces. Pero se atrevieron acercarse al Señor para pedirle que los curase. Jesús ordenó que se presentasen a las autoridades religiosas. Seguidamente, mientras caminaban, sucede el milagro y se encuentran sin vestigios de la lepra que los consumía. Apenas uno de los diez, un samaritano, regresó y se postró a los pies del Señor. Entonces, Jesús exclamó dónde estaban los otros nueve.
Jesús no había exigido que volviesen para agradecérselo, pero hace notar ser de justicia el testimonio por el inmenso don que supuso la cura de una enfermedad incurable.
Hay muchas tareas en este mundo que quedan sin agradecer. O porque no se valora el esfuerzo realizado, o la importancia del servicio prestado, o, a veces, por la arrogancia de quien entiende que los otros están obligados a trabajar para él y, en el fundo, hasta que ganan dinero por eso. O, también, por una mal entendida economía de palabras absurdas o por cualquier otro motivo. No debería ocurrir, pero acontece.
Del modo que le pasó a Jesús, le pasa, tantas veces, al sacerdote. No debe preocuparle”.
(Don Joao Paulo Pimentel).