EL SANTO ROSARIO Y LOS MISTERIOS DE GOZO

by AdminObra

Los misterios de gozo recogen el gozo que se inicia ya por la Encarnación. Esto es evidente desde la Anunciación. A este Anuncio apunta toda la historia de la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo.

En efecto, si el designio de Dios Padre es de recapitular en Cristo todas las cosas, el don divino con el que el Padre se acerca a María para hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el Universo.

El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, donde la voz de María y la presencia de Cristo en su seno hacen saltar de alegría a Juan.

Repleta de gozo es la escena de Belén, donde el nacimiento del divino Niño, el Salvador del mundo, es cantado por los ángeles y anunciado a los pastores como una gran alegría.

Pero ya los dos últimos misterios, aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios de tragedia.

En efecto, la Presentación, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será “señal de contradicción” para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre.

Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el episodio de Jesús en el Templo, cuando tenía 12 años. Aparece con su sabiduría divina mientras escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien “enseña”. La Revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a las cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que cuestiona hasta los más profundos lazos de afecto humano.

De este modo, meditar los misterios gozosos significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico.