SIGNIFICADO DE LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

by AdminObra

Diremos que, a partir del siglo V, sobre todo después del Concilio de Éfeso (431), en varias iglesias, encontramos una memoria litúrgica de María, a menudo ligada a la Navidad. Muy pronto este recuero incluyó también la salida de María de la vida terrena, en analogía con las fiestas de los mártires (consideradas “dies natalis”, natalicio, para la gloria celestial).

En el siglo VI se añaden, entre otras, las siguientes celebraciones: la Anunciación, primero como fiesta del Señor, puesta el 25 de marzo (9 meses antes del 25 de diciembre, Navidad); el recuerdo del nacimiento de María (8 de septiembre), que llevaba consigo la memoria de la concepción por parte de Ana (9 de diciembre), que precede a la fiesta más tardía de la Inmaculada; la fiesta de la “Hypapante” (= Encuentro del Seños con su pueblo), llamada en Occidente “Presentación del Señor” (2 de febrero), la primeras huellas de la fiesta nos trasladan a Jerusalén, al siglo IV; y la fiesta de la “Dormición” (15 de agosto).

Así a grandes rasgos.

El origen, pues, de la fiesta litúrgica de la Natividad de Nuestra Señora va unido a la dedicación de la iglesia de la Natividad de María en Jerusalén, que se celebraba desde el siglo V.

Se extendió a Bizancio y a Roma en el siglo VII.

Es una fiesta de gran importancia en todo el Oriente por coincidir con el comienzo del año litúrgico bizantino.

Las fórmulas de la liturgia romana acusan el influjo oriental y son singularmente alegres, pues celebran el nacimiento de la que, hecha Madre del Redentor, nos ha dado las primicias de la Salvación.

Precisamente, Pablo VI, en su Exhortación Apostólica “Marialis Cultus” (1974), muy brevemente, decía de esta fiesta que era una celebración que conmemora, junto con otras, como, por ejemplo, la fiesta de la Visitación, acontecimientos salvíficos en los que la Virgen estuvo estrechamente ligada al Hijo, al aclamarla como “esperanza de todo el mundo y aurora de la salvación”.