“HECHO OBEDIENTE HASTA LA MUERTE”
La obediencia es una de las características principales de la vida de Jesucristo.
El ser carne es su constitución; el ser obediente es su condición: la una es efecto de la otra y ésta se apoya en aquélla. La sola contemplación de los derechos de Dios hizo de Jesucristo el más obediente de los seres.
La obediencia de Cristo fue tanto más profunda cuanto mayor fue el hambre de reparar y de cubrir todas nuestras insumisiones.
No le bastó, pues, obedecer hasta la esclavitud. Tuvo que obedecer hasta el sacrificio. Por la obediencia no fue tan sólo un súbdito, sino que fue una víctima.
La obediencia fue el primer movimiento de su alma, que abrió en este mundo la serie de sus actos, como expresión de su inmenso amor. Obediencia y amor es el gran ejemplo que Jesús nos propone, el gran secreto que nos revela, el camino real que nos abre y el deber capital que nos prescribe.