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Hoy tendremos Exposición del Santísimo Sacramento a las 18:30h.
Consideraremos la grandeza del Don de la Eucaristía, del ministerio sacerdotal, pediremos por las vocaciones sacerdotales en todo el mundo, especialmente en nuestra Archidiócesis de Santiago de Compostela.
Ofrecemos este breve texto del documento de la Comisión Teológica Internacional “La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental”, publicado en el año 2020.
“Reciprocidad entre fe y eucaristía
- a) Fundamentación bíblica
- Lo acontecido en la Última Cena (Mt 26,26-29; Mc 14,22-26; Lc 22,14-23; 1Cor 11,23-26) se ha considerado desde siempre la institución de la eucaristía. A estos relatos fundamentales se han de añadir otros en los que la Iglesia ha visto un tenor eucarístico: las multiplicaciones de los panes (Mc 6,30-44 y par.; 8,1-10 y par.; Jn 6,1-14), las amonestaciones de Pablo a la comunidad de Corinto (1Cor 10-11) o el episodio que cierra el encuentro de los de Emaús con el Resucitado (Lc 24,30-31. 35). Siguiendo la fuerza del mandato «haced esto en memoria mía» (1Cor 11,24, cf. 25; Lc 22,19), desde el comienzo (ej.: Hch 2,42. 46; 20,7; 27,35) hasta el día de hoy, allí donde hay cristianos e Iglesia se celebra la eucaristía, el memorial de la pasión y resurrección del Señor hasta que vuelva, su entrega salvífica por los «muchos», por todos (cf. Rm 5,18-19; 8,32).
- En la Última Cena el Señor Jesús condensa el significado de toda su vida, de su muerte inminente y de su futura resurrección para transmitirlo a sus discípulos como memorial y signo eminente de su amor. Por eso, lo que allí aconteció y el recuerdo sacramental de su pasión y resurrección ostentan una densidad extraordinaria. La Iglesia celebra en la eucaristía la presencialización y actualización de la entrega de Cristo por todos nosotros al Padre, de su sacrificio. En la eucaristía, acción de gracias al Padre «por Cristo, con Él y en él»[115], que se hace presente por la acción del Espíritu, la Iglesia se une a Cristo, se asocia a Él, y se convierte en su Cuerpo. Por eso, se ha podido afirmar con verdad que la Iglesia nace de la eucaristía[116]. Dado que la eucaristía recoge la esencia misma de la vida de Cristo y, por ende, de la vida cristiana, es a la vez la fuente y el culmen de la vida cristiana (SC10; LG11)”.