Hoy recomendamos, siempre con mucha humildad pues este apartado no es, desde luego, una bitácora de cinéfilos, sino que pretende ser una sección que recomiende películas buenas, notables para que las veamos por la enseñanza religiosa contienen. Pues, decíamos, que hoy se anima a visionar “Cartas al Padre Jacob” (Klaus Härö, 2009).
Esta película es finlandesa. Sí, escandinava. De 70 minutos de duración. Pensada para ser proyectada en la televisión en un principio. Lo típico de “basada en hechos reales”. Al final llegó a las salas de multitud de países. Y con multitud de galardones concedidos en festivales cinematográficos.
El director es conocido en su país. En el nuestro apenas. Pero tiene presente en su obra a autores como Ingmar Bergman y Andréi Tarkovski.
El argumento nos habla de una exconvita, Leila, que para acabar de redimir su condena en prisión es enviada como secretaria de un sacerdote católico ciego que vive solo. Su misión consistirá en ayudar a responder a todas las cartas que le envían al sacerdote sus feligreses y otras personas relatándoles sus problemas y pidiéndole que rece por sus necesidades.
La enseñanza que podemos sacar de la película es la importancia de la oración de intercesión. O, dicho de otro modo, la importancia de las “cadenas de oración” que tantas veces, especialmente en los días del “confinamiento”, se organizaron para vincular al mayor número de personas para orar por algún problema. La enseñanza también estriba en pedir al sacerdote que rece por los problemas que aquejan a los fieles. Todo sacerdote agradece en lo más hondo de su alma que le pidan que rece por las urgencias espirituales, anímicas, corporales, materiales de la gente. La enseñanza, también, podemos adquirirla en la redención. La redención personal. Un tema muy querido en el cine. Lo vemos en Leila, y en todos los momentos de tensión que vivirá con el Padre Jacob. Quizá, la presencia de ella allí no sea ni meramente casual.
Por último, Finlandia no es un país católico desde los tiempos de la ruptura luterana. De ahí la extrañeza que el protagonista sea un sacerdote católico en un país en el que los católicos no llegan ni al 0,5%, de los cuales la mitad son extranjeros. Tal vez, la Reforma siga reconociendo donde rige el atino en el Cristianismo, muy en el fondo.