Con el Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, se entra en la recta final del año litúrgico. Cristo, Señor del Cosmos y de la Historia, volverá, según su promesa, al final de los tiempos como Rey, Juez, Pastor, Sacerdote Eterno. Es el Señor del tiempo, y el tiempo que vivimos litúrgicamente ha de ayudarnos a vivir y a entrar en el Misterio del Verbo Encarnado. El año litúrgico es el “despliegue” de Jesucristo a lo largo de los meses, semanas, días… horas incluso, no en vano, los sacerdotes, religiosos, laicos… rezan la Liturgia de las Horas para santificar el día encontrándose, a lo largo de la jornada, desde esa celebración litúrgica específica, con el Señor que nos llama a santificar el tiempo poniendo el corazón en las cosas y en las personas, y en Dios, Uno y Trino.
El próximo domingo será el primero de Adviento, tiempo primero del año litúrgico, y tiempo dedicado para preparar la celebración llena de esperanza del Nacimiento del Mesías en Belén. Pero, asimismo, tiempo para recordar que el Señor, igual que vino (en la historia), y viene (en la liturgia, en la Eucaristía, especialmente, y en cada hombre y acontecimiento), volverá, tal como dijimos.
El tiempo litúrgico es una parte del estudio de la Liturgia, como asignatura de la Teología que es. En él se aúnan distintas materias: historia, teología, pastoral, espiritualidad…
Desde el punto de vista de la liturgia es una dimensión del Misterio de Cristo celebrado y está también unido con todas las celebraciones litúrgicas, especialmente con la Santa Misa y la Liturgia de las Horas. Es decir, en la liturgia, durante el año litúrgico “celebramos” a Cristo.
No hay celebración eucarística o de la alabanza divina que no esté relacionada con el año litúrgico y no existe celebración del año litúrgico que no se exprese a través de la celebración Eucarística, de los sacramentos y de la Oración Litúrgica. Esto es, en cada celebración “oficial” de la Iglesia, toda liturgia evidencia en su totalidad el Misterio de la vida de Nuestro Señor.
El tiempo litúrgico de la Iglesia tiene su fundamento en la misma realidad del tiempo cósmico, con sus estaciones, el ritmo de los días, las semanas, los años. Tiene presente la dimensión bíblica del tiempo como espacio sagrado lleno de la presencia del Señor de la Creación y de la Historia. Tiempo cósmico y tiempo bíblico dan al tiempo del hombre el carácter de una presencia salvadora, del momento del encuentro, de la memoria salvadora. En fin. Tantas cosas.