San Gregorio Magno dice que casi todas las páginas de la Revelación escrita atestiguan la existencia de los ángeles: basta recordar el AT, donde se nombra a los “querubines” que quedaron de guardia en el Paraíso terrenal después de ser arrojados de él Adán y Eva; los tres ángeles que se aparecieron a Abraham; los “serafines” de que habla Isaías; el “ángel Rafael” (arcángel), que ayuda a Tobías; Miguel y Gabriel, nombrados por Daniel, que reaparecen en el NT, en el cual aumenta el número de testimonios tanto en los Evangelios, como en el Apocalipsis. San Pablo nombrará varias categorías de ángeles.
El Concilio Laterano IV habla explícitamente de la creación de los ángeles, que es, por tanto, verdad de fe.
Excluida la creación “ab aeterno”, no se sabe con precisión en qué momento fueron creados los ángeles.
La Sagrada Escritura y la Tradición hablan de un número indeterminado de ellos.
Son “espíritus puros”: así los llama la Escritura, si bien algunos Padres les han atribuido cierta corporeidad. Como espíritus los ángeles no tienen necesidad de un lugar material para existir, sino que pueden estar presentes por vía de “acción” (Santo Tomás).
De la Sagrada Escritura se deduce que los ángeles se hallan distribuidos en nueve grupos o coros:
1. Tronos
2. Dominaciones
3. Principados
4. Potestades
5. Virtudes
6. Arcángeles
7. Querubines
8. Serafines
9. Ángeles
Fueron creados en el estado de Gracia Santificante, por eso se les llama Santos y Amigos de Dios; pero no todos perseveraron. Muchos de ellos cayeron en soberbia abusando de su libertad (Concilio Laterano IV).
La Revelación nos habla varias veces del pecado de los ángeles: San Pedro en su Segunda Carta.
Inmediatamente fueron castigados y precipitados en el infierno: Cristo atestigua haber visto a Satanás precipitarse como un rayo (Lc 10, 18).
Santo Tomás comenta que el ángel, conociendo por intuición, se adhiere inmutablemente, después de elegir libremente, al bien o al mal: por eso los ángeles no tuvieron ni tendrán modo de arrepentirse como los hombres, que conocen razonando progresivamente.
Como los ángeles buenos asiste y ayudan a los hombres para el bien y la salvación, así los demonios instigan al mal con la tentación y pueden invadir el cuerpo del hombre con la posesión, por la que el cuerpo se convierte en una especie de instrumento del espíritu maligno.
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