Haciendo breve repaso histórico, en el primer Concilio de Arlés (Francia, 314), convocado por Constantino, se obligó a toda la Cristiandad a celebrar la Pascua el mismo día.
La fecha la fijaría el Papa, que enviaría cartas a todas las iglesias del mundo con las instrucciones pertinentes.
Sin embargo, no todas las iglesias siguieron este precepto.
Hubo que esperar al Concilio de Nicea (325) para llegar a una solución, estableciéndose que la Pascua había de ser celebrada cumpliendo unas determinadas normas:
- Que fuese celebrada siempre en domingo;
- Que no coincidiese nunca con la Pascua judía.
No obstante, siguieron existiendo diferencias entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Alejandría, si bien el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía el cálculo al resto de la Cristiandad, conservándose hoy día la costumbre de leer el calendario movible en el día de Reyes, 6 de enero, Epifanía del Señor, tras la proclamación del Evangelio.