San Juan quiere que la sociedad, que empieza a ser cada vez más cristiana, sea justa.
La justicia social no solo implica la necesidad de la limosna, sino también el deber de evitar la ostentación y los lujos vanidoso, la corrupción y la indiferencia ante el pobre.
No se puede ser cristianos si no se sirve a Jesucristo pobre.
Tampoco se puede ser si se colabora con los espectáculos públicos decadentes y corruptores, no so participando en ellos, sino también, como denuncia el santo, asistiendo como espectadores.
También encontramos en las palabras del santo un inmenso aprecio a la vida eucarística.
Con palabras vigorosas explica el absoluto realismo de la Presencia en las especies eucarísticas, y alaba este sacramento como misterio de salvación, en donde se renueva la redención de la humanidad.
Como sacerdote que presta su persona a Jesucristo para la Eucaristía, San Juan Crisóstomo comprende el sentido de este sacramento como sacrificio supremo de culto cristiano, y por ello insistirá en la necesidad de acercarse a ella con una adecuada disposición de fe y pureza de vida.
La Eucaristía es medicina para los pecadores y débiles, pero también es estímulo y potencia para la reforma personal y la lucha por la santidad de vida.