Vamos haciendo un recorrido desde oriente hasta el poniente. Hemos contemplado la brillante situación del cristianismo incipiente asiático. Por el mediterráneo se ha ido expandiendo hacia el corazón del Imperio Romano. Un ejemplo ha sido el de San Irineo, llegará a obispo de Lyon.
En Roma destacará San Hipólito, uno de los últimos grandes exponentes de la tradición teológica asiática. Roma habrá de ser el centro de la nueva religión.
La presencia de los primeros cristianos en Roma viene atestiguada desde muy temprano.
En el año 49, el emperador Claudio hubo de expulsar a los judíos de Roma debido a los altercados violentos a causa de un tal ‘Cresto’, según cuenta el historiador Suetonio. Es muy posible que detrás de esta reseña histórica de Suetonio estuviera un enfrentamiento entre judíos y cristianos, similar al que pocos años después iba a sufrir San Pablo en las sinagogas de Asia y Macedonia.
El mismo Apóstol escribe en el año 57 a los cristianos de Roma, muestra de que ya había una importante comunidad originada años antes.