En este nuevo día cuaresmal, la Palabra de Dios nos quiere examinar de la “idolatría”, y no precisamente para saber en qué consiste, que lo veremos, mas para saber si adolecemos de esta miseria en nuestra supuesta espiritualidad.
La idolatría es uno de los pecados que prohíbe claramente el Primer Mandamiento, junto con otros de la misma “familia”: superstición, adivinación, magia, irreligión, ateísmo, agnosticismo.
El Primer Mandamiento, como recuerda el Catecismo, exige no creer en otros ‘dioses’, si los podemos llamar así, sino sólo en el Dios verdadero, lleno de vida, que da vida e interviene en la historia, en nuestras vidas.
Condena, pues, el politeísmo.
Pero la idolatría no se refiere sólo a cultos falsos propios del paganismo. La idolatría es una tentación constante contra la fe, que consiste en divinizar lo que no es Dios. quizá este aspecto sea el que más vigilancia requiere.
Existe idolatría cuando honramos y reverenciamos a una criatura en lugar de Dios:
- Satanismo, porque honro a los demonios;
- Poder;
- Placer;
- Raza;
- Antepasados;
- Estado;
- Dinero
La idolatría rechaza el Señorío de Cristo Rey.
En Cuaresma, fíjate si tienes apegos extraños dentro de ti que, aunque no caigas en la cuenta, puedan estar ocupando el lugar que le corresponde al Señor.
En Cuaresma, comprométete a adorar sólo a quien te creó, te redimió, te santificó, y te ha abierto las puertas de su Cielo para siempre, simplemente, porque te quiere.