TEMPLE DE SAN JUAN DE LA CRUZ

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San Juan de la Cruz ha sido providencial para la labor emprendida por Santa Teresa de Jesús de reformar el Carmelo.

Era un hombre con su mismo temple.

En 1567 había terminado sus estudios en Salamanca y recibido la ordenación sacerdotal. Cuando se dirigía a Valladolid en 1568, se encontró en el camino con un noble quien le ofreció una casita en Duruelo para erigir un convento para la reforma de los varones carmelitas.

San Juan de la Cruz arregló lo más indispensable de aquella casita, que Santa Teresa llamaba “establo de Belén”, y empezó su vida de austera observancia.

Poco tiempo después, se le juntó el P. Antonio de Hébrida, y el 28 de noviembre de aquel año inauguraron el primer convento de la reforma carmelitana de varones.

Rápidamente siguieron las fundaciones de la reforma carmelitana, donde se establecerían colegios para sus estudiantes al lado de las respectivas Universidades: Granada, Sevilla, …

Estos rápidos progresos carmelitanos levantarían fuertes oposiciones entre los propios de la Orden.

Poco tiempo después, el mismo San Juan sería preso y encerrado en Toledo en una cárcel donde lo trataron inhumanamente.

Conseguiría evadirse de la cárcel por lo que continuó la reforma carmelitana.

Tuvo que atravesar gravísimas dificultades, pero continuó trabajando sin descanso por la reforma. Particularmente sensible fue la oposición encontrada en el seno mismo de la Orden, como hemos dicho. Lo desposeyeron de su cargo de “definidor” en 1591. Fue desterrado en un convento aislado de Sierra Morena, desde donde se trasladó a Úbeda. Allí murió el 14 de diciembre del mismo año.

Junto con Santa Teresa de Jesús, marca el momento culminante de la mística cristiana ‘experimental’, con la ventaja sobre la Santa de Ávila de que el Doctor Místico no se limita a exponer los fenómenos, sino que da la razón de los mismo, iluminándolos con los grandes principios de la filosofía y teología católicas.