Todos los anuncios que la filosofía transhumanista ha hecho en los últimos años, y con los que ha cobrado tanta notoriedad (el advenimiento de la singularidad, la sociedad de los ciborgs, la creación de especies posthumanas, el volcado de la mente en máquinas…), el que más visos tiene de cumplirse en los próximos años es el de del alargamiento de la vida humana con ayuda de la biotecnología.
Los transhumanistas pretenden llegar a una especie de inmortalidad cibernética, esto es, la posibilidad de la transferencia de la conciencia humana a una entidad artificial, no orgánica, para de esta forma darle inmortalidad.
Para la cosmovisión cristiana, el sentido de la vida y su máxima plenitud se alcanzará en la vida eterna.
La inmortalidad beatífica no la tenemos nosotros mismo ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existencial con Aquel que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios mismo.
Para los cristianos, “vida eterna” no indica sólo una vida que dura para siempre, sino más bien una nueva calidad de existencia, plenamente inmersa en el amor de Dios, que libra del mal y de la muerte, y nos pone en comunión sinfín con todos los hermanos que participan del mismo Amor.
La eternidad ya la tenemos con el alma en Gracia.