SEPTENARIO DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES PRIMER DOLOR: “La profecía de Simeón” (Lc 2, 34-35)

by AdminObra

“Al presentar al Niño Jesús en el Templo, Simeón los bendijo y dijo a María su madre: He aquí que éste es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel y para señal de contradicción, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu misma alma”.

 

CONSIDERACIÓN

«Tu alma, dice Simeón, será traspasada por una espada». Al aceptar ser Madre de Dios, claro que la Virgen María sabía que iba a sufrir y lo aceptó todo de antemano desde el mismo día de la Anunciación. Por eso no se extrañó al ver los sufrimientos que Dios le ofreció sea cuando el terrible momento de duda de San José, sea cuando el peligroso viaje de Nazaret hasta Belén, sea ante las condiciones tan humillantes del nacimiento del Salvador. Pero todos estos sufrimientos fueron más bien personales y particulares a la Virgen. Ella sufría y todavía su divino Niño no estaba en sus brazos para verle sufrir. Las madres tienen unas fuerzas extraordinarias para cumplir con las molestias necesarias de su maternidad, y ¡más aún cuando esta Madre es la de Dios!

El día de la Purificación, algo nuevo pasa, algo de más profundo se añade a sus dolores, y es que por primera vez se anuncia oficialmente la pasión de su adorado Hijo. En realidad, la espada que entra en el Corazón de María es la consecuencia de otra palabra profética de Simeón y es que «Este Niño será un signo de contradicción». La Santísima Virgen entendió plenamente lo que significaba esta «contradicción». Nada más y nada menos que lo que separa la sensatez de la locura, el amor del odio, el cielo del infierno. Unos amarán a su Hijo hasta ofrecerle su propia vida, otros le odiarán hasta quitarle de manera cruel la vida. El que puede entender el profundo amor que existe entre la Santa Virgen y Jesucristo, y al mismo tiempo oír el anuncio de que este mismo Jesucristo será sacrificado, entenderá la terrible repercusión que tuvo este anuncio en el Corazón tan cariñoso de nuestra Madre. «¿Cuándo será, ¿cuándo será?» debió de ser la angustiosa y torturadora pregunta que no paró de resonar en el alma de María, hasta que un mayor dolor le dio la terrible respuesta, un viernes santo al pie de la Cruz.

(Rezar a continuación 1 Padre Nuestro, 7 Ave Marías y 1 Gloria al Padre).