V/. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
Lc 2, 4-11, 15-18
José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y le recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente, un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la cuidad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado”. Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.
– ¡Patriarca San José, elegido para cumplir los oficios de Padre cerca del Verbo Humanado! Grande fue tu dolor al ver nacido a Jesús en tan extrema pobreza, el cual súbitamente se trocó en júbilo celestial al oír cantar a los ángeles y contemplar el resplandor de tan luminosa noche.
– Por este dolor y gozo te suplicamos nos alcances la gracia de que, después de haber seguido tu camino aquí en la tierra, podamos gozar de la gloria celestial.
– Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V/. Sé siempre, San José, nuestro protector.
R/. Que tu espíritu interior de paz, de silencio, de trabajo y oración, nos ayude, con María, la Madre de Jesús, a cumplir fielmente nuestra misión en la Iglesia.
V/. Ruega, por nosotros, San José.
R/. Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos:
Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José; concédenos, te rogamos, lo que, fiados en su poderosa intercesión, humildemente, te pedimos. Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.