SANTORAL

by AdminObra
  1. San CORNELIO, centurión. Cesarea de Palestina. Bautizado por San Pedro. (s. I).
  2. San CAPRASIO, mártir. Agen. (303).
  3. San SINDULFO, eremita. Aussonce, Reims. Eligió la vida solitaria, solamente conocido por Dios. (600).
  4. San VITAL, obispo. Salzburgo, Baviera. Nació en Hibernia. Discípulo de San Ruperto, compañero en sus viajes e imitador en sus trabajo y vigilias, y, elegido sucesor suyo, convirtió a la fe a la población de Pinsgau. (730).
  5. San ANDRÉS “CALIBITA”, monje y mártir. Constantinopla. Nació en Creta. Defendió el culto a las santas imágenes, en tiempo del emperador Coprónomo. Fue flagelado y torturado hasta la muerte y arrojado desde lo alto de la muralla. (767).
  6. San ADERALDO, arcediano. Troyes. Con sus palabras y ejemplos ilustró la regla canonical, incluso durante su encarcelamiento entre los sarracenos en Tierra Santa. (1002).
  7. Santa ADELINA, abadesa. Savigny, Normandía. Primera abadesa del monasterio de Mortain, que fundó con la ayuda de su hermano San Vital (1125).
  8. Beato JACOBO STREPA, obispo. Lviv, Ucrania. Franciscano. Ilustre por su solicitud pastoral y por sus virtudes apostólicas. (1409).
  9. Beato JACOBO KERN, presbítero. Viena. Premonstratense. Herido en combate cuando fue movilizado durante la guerra. Más tarde se entregó al ministerio pastoral. Afectado por una larga y penosa enfermedad, la sobrellevó con admirable fortaleza de ánimo. (1924).

 

Hoy destacamos a SANTA MARÍA BOSCARDIN

Ana Francisca nació en 1888 en una familia de modestos agricultores en Vicenza, Italia.

Frecuentó de niña la escuela pública y pasó su adolescencia trabajando en el campo o como empleada doméstica de familias del lugar.

Le gustaba colaborar con la parroquia como catequista de los niños, y perteneció a la asociación de Hijas de María. Tenía una gran piedad mariana.

Atraída por la vida religiosa, siguiendo el consejo de su párroco, en 1905 entró en la Congregación de Maestras de Santa Dorotea, Hijas de los Sagrados Corazones, en la que tomó el nombre de María Bertilla.

Se dedicó al comienzo a trabajos muy humildes al servicio de la comunidad.

Concluido el noviciado, la enviaron al hospital de Treviso, atendido por esta congregación.

Allí consiguió el diploma de enfermera y trabajó en turnos de noche.

Su ejemplo de abnegación y caridad acercó a muchos a la fe.

En 1910 fue operada de un tumor maligno. Después retomaría el trabajo.

Durante la Primera Guerra Mundial estuvo en el hospital de Treviso, cerca del frente, lugar de concentración de numerosos soldados heridos.

Tras los bombardeos, tuvieron que evacuar el hospital, y las religiosas acompañaron a los enfermos a las localidades donde fueron trasladados.

Soportaría graves incomprensiones, y la apartaron del trato con los enfermos.

Restaurado el hospital, la reclamaron en Treviso y volvió a su puesto.

Se le reprodujo el tumor, por lo que tuvo que sufrir grandes dolores y una nueva operación.

Sumamente debilitada murió con fama de santidad en 1922.