“Pero San José, tan solícito de tener ocultas sus virtudes bajo el abrigo de la santísima humildad, tenía un cuidado muy particular en esconder la perla preciosa de la virginidad; por lo cual, consintió en casarse, a fin de que nadie la pudiese descubrir, y para poder vivir más a cubierto bajo el santo velo del matrimonio. Lo cual enseña a las vírgenes y a cuantos quieren vivir castamente, que les basta ser vírgenes si no son humildes, y sin no esconden su pureza dentro del estuche precioso de la humildad. De lo contrario, les acaecerá lo que a las vírgenes necias, las cuales, por falta de humildad y caridad misericordiosa, fueron rechazadas de las bodas del esposo y, por lo tanto, se vieron obligadas a ir a las bodas del mundo, donde no se observa el consejo del Esposo celestial, el cual dice que, para entrar en las bodas, hay que ser humilde, es decir, hay que practicar la humildad”.
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