“Además, debió José ser casto porque fue elegido por Dios para hacer las veces del padre en la tierra. El Padre eterno incorruptiblemente engendra, desde toda la eternidad, al Hijo según la divinidad: era, pues, congruente que el mismo Hijo tuviese, en el tiempo y según la humanidad, un padre semejante. De aquí que buscó, en la tierra, un padre que fuese semejante. De aquí que buscó, en la tierra, un padre que fuese semejante, en lo posible, al Padre celestial, del que naciese incorruptiblemente, no con semen humano, no al modo humano, y del que pudiese decirse con verdad lo que dice la bienaventurada Inés del Padre eterno: ‘no conoce mujer’. Aquí, Agustín, celebrando esta dignidad de San José, dice: ‘Alégrate, José, porque por el mérito de la virginidad de tal modo llegaste separado de la unión de la esposa que puedas ser llamado padre del Salvador”.
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