PIEDAD
El don de Piedad producirá su efecto en el ámbito de las relaciones con los demás.
La piedad es una parte de la virtud de la religión por la que rendimos honor a Dios ofreciéndole nuestra devoción, nuestra oración, los sacrificios, los ayunos, la abstinencia, el respeto, el culto, es decir, todo el conjunto de deberes por los que le reconocemos como nuestro Soberano.
La piedad pone un matiz de ternura en la religión, pues se dirige a Dios como “Padre”. Propicia una religión con corazón. La piedad es el corazón de la virtud de la religión.
CONSEJO
Este don perfecciona la facultad de gobierno. Es el CENTRO de la acción del Espíritu Santo en nuestras almas.
Es el don que perfecciona la virtud de la prudencia.
Es indispensable para avanzar en la vida espiritual. No basta con ser dueños de un carácter formado, curtido en la justica y en la templanza. Necesitamos de un gobierno central. Nuestra visión es corta. No va mucho más allá de nosotros mismos pues el amor propio nos oculta los caminos de la prudencia.
Cuando el Espíritu Santo ve debatirse al alma justa le da buenos consejos, unos consejos persuasivos, eficaces, y tan insistentes que tienden a hacer realidad los deseos de Dios.