En esta ocasión, recomendaremos un cuento navideño. Las fechas parecen propicias para ello.
Fue publicado el año pasado, y se titula “Un cuento de Navidad para Le Barroux”, de la escritora madrileña, con raíces gallegas, Natalia Sanmartín Fenollera.
Unos años antes, la autora había publicado una novela de enorme éxito “El despertar de la señorita Prim”, y el año pasado, como decíamos, nos regaló este cuento que tantos estábamos esperando, no tanto por el cuento en sí, cuanto porque deseábamos que la autora volviese a publicar.
Escritora católica, muy influida en su visión del mundo por el profesor de la Universidad de Kansas, John Senior, convertido al catolicismo en su juventud, que, gracias a su asignatura de literatura clásica, en los convulsos años 70 americanos, propició que muchos alumnos desorientados abrazasen la fe católica a través de la belleza de la cultura clásica. Y les ayudó a que tuviesen una cosmovisión de la vida basada en esa belleza, además de en la verdad y en la bondad. Esto es, que la realidad existe, y es hermosa.
Natalia Sanmartín, conocedora de su obra, y admiradora de la misma, inspirada por los frutos de ella en tantos alumnos de John Senior, escribió la novela ya citada que, a través de la cotidianeidad de la vida misma, a veces tan despreciada, y del conocimiento de uno mismo, gracias al gozo de la verdadera amistad, se llegará al “deslumbramiento” como verdadero don, tal como la autora nos contó.
En este cuento, breve, por medio de diversos planos, la autora nos quiere llevar al corazón de la Navidad, al tiempo que nos quiere llevar, por medio de una madre difunta, que como toda madre se “deshace” en amor por sus hijos, al corazón de la vida. Como decía alguien, no todo lo que se ve, se percibe. El protagonista, al final, percibirá lo que tantas veces tenía antes sus ojos; ojos de un niño, por otra parte.
Cuento para leer con calma, y volver a leer, para que le saquemos el mismo jugo que Natalia Sanmartín quiso ofrecer a sus admirados monjes benedictinos de la Abadía de Le Barroux, en Francia, cuando le pidieron que les “regalase” un… cuento. Un cuento de verdad.