El nombre de “siervo de Yahvé” es en la Biblia un título honorífico. Yahvé llama “mi siervo” al que destina a colaborar en su designio.
Para cumplir o realizar este designio envía a su Hijo, siervo de Dios por excelencia; este título expresa incluso el aspecto más misterioso de su misión redentora: Cristo, en efecto, por su sacrificio expía la negativa de servir que es el pecado y une a todos los hombres en el mismo servicio de Dios.
LOS SERVIDORES DE DIOS Y EL PUEBLO DE LA ALIANZA: El título de siervo de Dios se da a hombres cuya misión concierne siempre al pueblo elegido; dado con frecuencia a Moisés, mediador de la alianza, y a David, tipo del rey mesiánico, designa también a los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob, luego a Josué que conduce al pueblo a la tierra; se aplica a los profetas que tienen misión de mantener la alianza, así como a los sacerdotes que celebran el culto divino en nombre del pueblo-sacerdote. La elección de todos estos servidores está finalmente destinada a hacer al pueblo fiel al servicio que Dios aguarda de él, como lo son los ángeles, servidores de las voluntades divinas.
DE LOS SERVIDORES INFIELES AL SIERVO FIEL: Ahora bien, desde los primeros tiempos el pueblo elegido es infiel a su vocación de servidor, indócil a los servidores de Dios; por eso es castigado con el exilio por medio de un rey pagano, Nabucodonosor, que en este sentido es servidor de Dios. Pero Dios, que no quiere la muerte sino la vida del pecador, se escoge un “resto” que será fiel bajo el reinado de su siervo, el nuevo David. A este resto van dirigidos los oráculos del Libro de la Consolación de Isaías.
En este Libro, el tema de Israel, como siervo de Dios, lo entrelaza con el tema de Sión, “esposa” de Dios. Esta “esposa” ha sido abandonada porque sus hijos han sido infieles; Israel, rebelde desde el seno materno, es por su culpa un servidor perezoso, sordo y ciego; Dios, sin embargo, lejos de olvidar a este servidor escogido, le perdona y va a salvarlo gratuitamente.
Así, Dios hará un siervo fiel que por su testimonio aporte a las naciones la luz de la salvación, como si se tratase de un “nuevo Jeremías”. Su paciencia y su humildad lo hacen capaz de ofrecer su vida y de realizar por su sufrimiento el designio de Yahvé: justificar a los pecadores de todas las naciones.
EL VERDADERO SIERVO, SALVADOR DE LOS HOMBRES: Jesús hace suya la misión del siervo; señor manso y humilde de corazón que anuncia la salvación a los pobres, está en medio de sus discípulos “como el que sirve”, El que es su señor y su maestro y va hasta el extremo de las exigencias del amor en que se inspira este servicio dando su vida por la redención de la multitud de los pecadores; por eso, tratado como un malvado, muere en la Cruz sabiendo que resucitará, según lo que está escrito del Hijo del Hombre.
Si es, pues, el Mesías esperado, el Hijo del Hombre, no por eso viene para restablecer un reino temporal, sino para entrar en su gloria e introducir en ella a su pueblo pasando por la muerte del siervo.
La predicación de los Apóstoles aplicó a Jesús el título de siervo para anunciar el misterio de su muerte, fuente de bendición y de luz para las naciones. Jesús, cordero inmolado injustamente como el siervo, salvó a sus ovejas descarriadas; las llagas de su Cuerpo curaron las almas de los pecadores.
Finalmente, los “servidores” de Dios son ahora ya los servidores de Cristo. Así como el Señor tomó por Madre a la que se decía su sierva, así también hace de sus servidores sus amigos e hijos de su Padre. Por lo demás, deben pasar por el mismo camino de sufrimiento; triunfando de la prueba es como los servidores de Dios entrarán en la gloria del Reino.