En esta Fiesta litúrgica celebramos el poder otorgado por Cristo a su Iglesia, enriquecido por el carisma de la “infabilidad”, en virtud del cual la Iglesia que enseña (Iglesia Docente) es la única depositaria y auténtica intérprete de la Revelación.
La Iglesia, entonces, expone y propone con esa autoridad conferida la Revelación como objeto de fe para conseguir la salvación eterna.
Es un poder de institución divina “Id y enseñad a todas las gentes” (Mt 28, 18); “Enseñad a toda criatura” (Mc 16, 15).
El medio establecido por Cristo no es, por tanto, la Escritura, sino la predicación oral: el “magisterio vivo”.
El Magisterio fundado por Cristo es perpetuo e infalible.
Confiado al Colegio de los Apóstoles después de la constitución del Primado de Pedro, fundamento y Pastor supremo de la Iglesia (Mt, 16, 18; Jn 21, 15 ss.), este Magisterio reside en Pedro y en sus sucesores como en su fuente y subordinados al Vicario de Jesucristo en los Apóstoles y en los Obispos, sus sucesores.