Gaudete, que significa en latín, “gozad”, “alegraos” … es el nombre que se le da al Domingo 3º de Adviento.
La invitación al gozo, por otro lado, actitud tan propia de este tiempo y que tanto debemos educar al ritmo que nos marca la Liturgia de la Iglesia, viene causada porque ya hemos pasado el ecuador del Adviento y falta menos para inaugurar las fiestas en honor al Nacimiento del Salvador.
La invitación a la alegría que ya contiene la antífona de entrada (que no se suele proclamar en atención a que se hace el canto de entrada) viene, también, motivada por el contenido de la importante Oración Colecta de este Domingo que ya nos habla del cariz fundamental de las Pascuas Navideñas que es el júbilo desbordante por dicho Nacimiento.
La Iglesia quiere animarnos a que sigamos viviendo estos días de preparación intensiva. Nos recuerda que falta menos y que merece la pena el esfuerzo ascético para llegar purificados a la Nochebuena. Nos enseña que la vida, como Adviento que es, como preparación que es para el encuentro con el Señor, que nos llamará a su presencia, o que vendrá a nuestro encuentro, hemos de vivirla como nos enseña una antífona propia de estos días “Llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios”. Esta antífona está entresacada de la Carta de San Pablo a Tito (Tit 2, 12-13), y es uno de los versículos que mejor compila la espiritualidad de estos días, y de toda una vida. La vida, pues, como preparación constante y en permanente vigilancia.
Uno de los aspectos más llamativos de este Domingo 3º es el color litúrgico que puede usar el sacerdote. Es un tono rosado en sus ornamentos que supone un “alivio” respecto al tono más oscuro del morado penitencial, que es el obligado en los tiempos penitenciales de Adviento y Cuaresma. Asimismo, en la Corona de Adviento, la vela que corresponda a este día puede ser, si se quiere, también rosa, imitando al de los ornamentos litúrgicos.
Por último, las lecturas del Leccionario que, junto con las oraciones del Misal, son la gran ayuda para vivir adecuadamente en la espera gozosa del Hijo de Dios, contienen la invitación fuerte a la alegría. Lo escucharemos tanto en la Primera Lectura del profeta Sofonías: “¡Alégrate, hija de Sión!”, como en el Salmo: “Gritad jubilosos”, como en la Segunda Lectura en la Carta de San Pablo a los Filipenses: “Estad alegres en el Señor”.
Por nuestra parte, e, imitando al Bautista pregonero, nos hacemos eco en favor de esta alegría y de esta lucha ascética animando a todos a vivir expectantes, tal como recoge el Evangelio de este domingo.