Hay que insistir en un punto en el que muchos han errado. El Reino del Señor no es de este mundo, porque no tiene origen aquí, ni tampoco finaliza aquí. No principia ni acaba en el mundo. Como la Iglesia de Cristo, que es su Reino, no tiene en el mundo su principio, ni su culminación. Reino superior, espiritual, también por la causa final. El Reino de Cristo peregrina en el mundo, en el tiempo, en persecución a la patria celestial. Es por ello que Cristo reina espiritualmente en el tiempo: en el tiempo se decide ese destino trascendente y este tiempo es tiempo de misericordia.
El Reino de Cristo, siendo uno, se realiza en las diversas formas y en los distintos tiempos, y a la vez trasciende unas y otros. Porque siendo en este mundo, no es de este mundo como El dijo. Cristo reina aquí y ahora, como ayer y también como mañana; Cristo ya vino y volverá. Mejor: Cristo está viniendo, porque su Reino no tiene fin. No tiene fin, porque su Reino es desde siempre, es permanente.
De modo que el Reino de Cristo es transhistórico, sí, pero se cumple en la Historia, historia que ha de entenderse como el devenir humano hacia el reino del fin de lo tiempos. Es que la salvación se decide en el tiempo y ella da su sentido a la historia, como si dijéramos: comienza en este mundo y se prolonga más allá de él hasta la patria.
Cristo reina en el tiempo por medio de su Iglesia y los gobernantes temporales, cada uno según su esenci. Porque Cristo ya ha sido entronizado Rey desde que el Padre le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Porque la Verdad eterna, de la que la Iglesia es depositaria, es también una Verdad en el orden de lo temporal.