María estuvo libre de todos los movimientos de la concupiscencia (= tendencia espontánea, bien sensitiva bien espiritual, que precede a toda reflexión del entendimiento y toda resolución de la voluntad, y que persiste aun contra la decisión de esta última; es denominada “pecado” porque deriva del pecado e inclina al mismo. No existía antes del Pecado Original).
La inmunidad del Pecado Original no tiene como consecuencia necesaria la inmunidad de todas aquellas deficiencias que entraron en el mundo como secuelas del pecado.
María estaba sometida, igual que Cristo, a todos los defectos humanos universales que no encierran en sí imperfección moral.
A propósito de la concupiscencia, es probable que María se viera libre de esta consecuencia del Pecado Original, pues los movimientos de la concupiscencia se encaminan a objetos moralmente ilícitos y constituyen, esos movimientos, un impedimento para tender a la perfección moral. Es muy difícil compaginar con la pureza e inocencia de María, que eran perfectísimas, el que Ella se viera sometida a esas inclinaciones que se dirigen al mal.