PREPARANDO EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN – 2

by AdminObra

Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida, la Iglesia confiesa la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo.

Paralelamente, recuerda que la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido.

Todo lo que es y hace en ella pertenece a “uno de la Trinidad”, como dice el Catecismo.

El Hijo de Dios comunica, por tanto, a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad.

Este alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, no podía ser de por sí ilimitado. Por eso, el Verbo, al encarnarse, quiso progresar en sabiduría, estatura, gracia, e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de manera experimental. Eso correspondía a la realidad de su voluntario anonadamiento.

Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su Persona. Esto sucede en lo que se refiere al conocimiento íntimo que el Hijo de Dios hecho hombre tiene de su Padre. El Hijo, en su conocimiento humano, demostraba la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los hombres.