El distributismo es una especie de «tercera vía» económica entre el socialismo y el capitalismo, que fomenta la economía de lo pequeño y cercano.
El distributismo aparece como una «tercera vía» económica y social entre el socialismo y el capitalismo, que fomenta la economía de lo pequeño y cercano, la subsidiariedad, que haya muchos pequeños propietarios, lo que da libertad a los hombres. Fueron los escritores católicos Hilaire Belloc y G.K. Chesterton sus grandes difusores, inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia Católica.
¿Qué es el distributismo?
El distributismo nació a principios del XX a raíz de la encíclica Rerum Novarum, en la cual el Papa León XIII hizo en 1891 un repaso a la situación social de aquel momento, donde llamaba la atención de las condiciones inhumanas en que se encontraban los trabajadores. Esta propuesta se basa en la creencia de que el sistema capitalista y el socialismo son defectuosos y conducen a la concentración del poder y la propiedad en manos de unos pocos, lo que genera desigualdad y problemas sociales.
Juan Manuel de Prada, defensor del distributismo, explicaba que “Hilaire Belloc y G. K. Chesterton consideraron siempre que el capitalismo era la gran plaga que impedía la floración de una sociedad auténticamente cristiana, por haber introducido la competencia en las relaciones conyugales, desarraigado al hombre de su tierra y nublado las virtudes de nuestros mayores, convirtiendo a los seres humanos en máquinas al servicio de la producción”.
Belloc señalaba que “el capitalismo constituye una calamidad no porque defienda el derecho legal a la propiedad, sino porque representa, por su propia naturaleza, el empleo de ese derecho legal para beneficio de unos pocos privilegiados contra un número mucho mayor de hombres que, aunque libres y ciudadanos en igualdad de condiciones, carecen de toda base económica propia”.
Y para aclarar en qué consiste, De Prada afirma que “el distributismo se funda en las instituciones de la familia y la propiedad, pilares básicos de un recto orden de la sociedad humana; no cualquier familia, desde luego, sino la familia católica comprometida en la procreación y fortalecida por vínculos solidarios indestructibles. Tampoco cualquier propiedad, y mucho menos la propiedad concentrada del capitalismo, sino una propiedad equitativamente distribuida que permita a cada familia ser dueña de su hogar y de sus medios de producción. El trabajo, de este modo, deja de ser alienante y se convierte en un fin en sí mismo; y el trabajador, al ser también propietario, recupera el amor por la obra bien hecha, y vuelve a mirar a Dios, al principio de cada jornada, con gratitud y sentido de lo sagrado, santificando de veras sus quehaceres cotidianos”.
¿Cuáles son los principios del distributismo?
Inspirado por la doctrina social de la Iglesia y especialmente de la encíclica Rerum Novarum, el distributismo tiene como base las instituciones de la familia y la propiedad, pilares básicos de la sociedad. Son tres los grandes principios en los que se basa esta vía alternativa al capitalismo y al socialismo: propiedad privada, subsidiariedad y solidaridad.
-Propiedad privada: a diferencia del capitalismo, donde la propiedad puede y en muchos casos está en manos de un pequeño grupo de personas, en el distributismo se aboga porque muchos tengan una pequeña propiedad productiva, que sea equitativa y esté justamente distribuida. El objetivo es que cada familia sea dueña de su hogar y de su medio de producción, pudiendo así ser autosuficientes y tener una vida digna. El escritor Juan Manuel de Prada, distributista confeso, explica que “el trabajo, de este modo, deja de ser alienante y se convierte en un fin en sí mismo; y el trabajador, al ser también propietario, recupera el amor por la obra bien hecha, y vuelve a mirar a Dios, al principio de cada jornada, con gratitud y sentido de lo sagrado, santificando de veras sus quehaceres cotidianos”.
Al haber un gran número de productores de mismos bienes y servicios el mercado sería más competitivo, no existirían empresas con grandes cotas de poder o influencias políticas o sociales, y el mercado se autorregularía evitando los monopolios y situaciones económicas injustas.
-Subsidiariedad: El distributismo tiene como gran pilar también el principio de subsidiariedad. Frente a un socialismo que encumbra al Estado, el distributismo afirma que una autoridad debe limitarse a ejercer tan sólo aquellas funciones que no pueden ser desempeñadas a un nivel más bajo. Es decir, aquellas cosas que pueda hacer el individuo no deberían hacerlas el Estado o las grandes empresas. Esta idea sintetiza magistralmente la tradición escolástica y el sentido cristiano de la propiedad privada, y en él y su reflejo en la encíclica Rerum Novarum se basó el pensamiento económico de Chesterton y Belloc. Este principio se podría resumir, en términos del economista E.F. Schumacher, con la expresión “lo pequeño es hermoso”.
-Solidaridad: Igual de importante que los aspectos anteriormente citados, la solidaridad se convierte en un aspecto fundamental del distributismo. Pero hay que entenderlo como una solidaridad basada en la virtud teologal de la caridad. En Distributism Review, Pedro Jiménez de León señala que en esta corriente “el trabajo no debe buscar nuestro lucro personal, sino el bien común. Así, el Estado debe trabajar de manera subsidiaria para el bien común de cada comunidad. No importa si se pierde eficiencia en muchas cosas, lo importante es trabajar para y hacia el bien común, lo que es, tomar aquellas medidas que promuevan la virtud entre las personas y de esa manera su felicidad. El Estado debe asegurar la propiedad del sistema de producción de cada individuo o establecer empresas copropieatarias. El distributismo no rechaza que ciertos servicios como podría ser la seguridad social, la policía o el ejército se releguen al Estado y que éste asegure su correcto funcionamiento. Hay servicios que por sus características no son viables de llevar a cabo por la pequeña propiedad, por lo que deben relegarse al Estado, respetando siempre el principio de subsidiariedad”.
¿Cuál es el origen del distributismo?
El origen del distributismo se sitúa en los inicios del siglo XX de mano de los intelectuales ingleses Hilaire Belloc y G.K. Chesterton. En su tesis doctoral Gilbert Keith Chesterton y el distributismo inglés en el primer tercio del siglo XX, Daniel Sada explica que fue el propio Chesterton quien atribuyó a Belloc el haber sido el primero en formular las tesis distributistas, aunque quizás pudo decirlo porque fue el primero en utilizar el término distributismo en su obra El Estado servil.
De este modo, los primeros escritos que hablan de las tesis distributistas, aunque todavía no eran citadas con tal nombre, provienen de una disputa que entre 1907 y 1908 mantuvieron Belloc y Chesterton en la revista New Age del socialista A.R. Orage en la que los dos autores discutieron con G.B Shaw y H.G. Wells sobre capitalismo, socialismo y distribución de la propiedad. Fue aquí donde se sentarían las bases del distributismo.
En los años siguientes se fue desarrollando primero de manera más sencilla en la revista The Eye Witness y después con mucha mayor intensidad en el semanario G.K.`s Weekly.
Según explica Daniel Sada en su tesis, la primera obra propiamente distributista fue escrita por Chesterton, Lo que está mal en el mundo, que fue publicada en 1910. Sin embargo, suele citarse como primera obra de referencia distributista otra de Belloc tres años posterior: El Estado Servil. En Lo que está mal en el mundo, Chesterton ya deja planteada su postura sobre los temas esenciales del distributismo: familia, propiedad, capitalismo y socialismo, plutocracia, parlamentarismo, Edad Media y cristiandad como referentes distributivos, etc. Hasta ahora nos hemos referido a los orígenes de la formulación de las ideas distributistas.
Aunque Sada habla del origen el distributismo a inicios del siglo XX, lo hace desde un punto de vista filosófico. Las ideas distributistas venían siendo expuestas desde entonces, habiendo surgido como respuesta aplicada al llamamiento que hiciera León XIII a los católicos en la Carta Encíclica Rerum novarum de 1891, para desarrollar alternativas válidas que sirvieran de corrección a los errores del capitalismo y del socialismo denunciados por la encíclica. En cuanto a cuanto movimiento social no toma cuerpo hasta que en 1925 Chesterton comienza a editar el semanario G.K.’s Weekly, en torno al cual se erige la Liga Distributista el 17 de septiembre de 1926.
¿Quiénes son los ideólogos del distributismo?
El distributismo no se podría entender sin la encíclica Rerum novarum de León XIII, punto de partida del que surgirá esta corriente cuyas bases pusieron dos grandes intelectuales en Reino Unido, Chesterton (1874-1936) y Belloc (1870-1953), que además de grandes amigos tuvieron muchas cosas en común, como su fe y su amor por la literatura.
Ambos se influyeron mutuamente intelectualmente, lo que facilitó las bases del distributismo. Se cree que se conocieron personalmente en el año 1900, aunque es probable que ambos tuvieran conocimiento del otro desde antes.
Los dos eran cristianos devotos, también poetas, ensayistas, novelistas, críticos sociales, y apologistas religiosos. Según explica Daniel Sada en su tesis doctoral, curiosamente cada uno escribió, aproximadamente, unos cien libros. La principal diferencia entre sus carreras era que Belloc tenía más de historiador y Chesterton más de crítico literario.
“Las ideas históricas y políticas de Belloc influyeron a Chesterton, mientras que Belloc se tenía a sí mismo por un ignorante de la literatura inglesa, y decía que había aprendido de Chesterton lo que sabía de ella. Por otro lado, la obra de ficción de Chesterton fue mejor y más conocida que la de Belloc. Los dos eran tan elocuentes hablando como escribiendo, y eran también excelentes en los debates; pero Belloc era bastante mordaz y falto de humor, mientras que Chesterton era indefectiblemente jovial. El pensamiento de Belloc era claro, lógico y sistemático; el de Chesterton romántico y paradójico”, explica.
¿Cuál es la influencia de Rerum Novarum de León XIII en el distributismo?
Como ya se ha dicho anteriormente esta encíclica publicada por León XIII en 1891 y que pone las bases de la doctrina social moderna impresionó sobremanera a Chesterton y Belloc, padres del distributismo, para el que aplicaron elementos importantes de los planteamientos sugeridos por el Papa en este texto magisterial.
La encíclica Rerum Novarum de León XIII establece los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia, resaltando la dignidad humana, la justicia social, el papel del Estado, los derechos de los trabajadores, la subsidiariedad y el bienestar de la familia como elementos centrales en la búsqueda de una sociedad más justa. Puntos, la mayoría de ellos, que de una manera más clara y otras más implícita, influirían enormemente en el distributismo.
El Papa resaltó la dignidad humana inherente de cada persona en un momento en el que muchos eran explotados al límite, de ahí que destacara la importancia de reconocer los derechos fundamentales de los trabajadores, con salarios y condiciones laborales justas. También promovía en la encíclica la justicia social y la importancia de garantizar el bien común para todos.
En cuanto al papel del Estado, León XIII abogaba por una intervención limitada del Estado en la economía, reconociendo y defendiendo la propiedad privada, pero no la acumulación desmedida de las riquezas. Además, introduce el principio de subsidiariedad, uno de los pilares en los que después se sustentaría el distributismo, sosteniendo que los asuntos deben ser manejados por la autoridad más cercana al nivel en el que pueden ser resueltos efectivamente. Igualmente, el texto enfatiza la importancia de la familia como base de la sociedad, y por ello promueve el derecho a que los trabajadores tengan tiempo libre para descansar y pasar tiempo con sus familias.
¿Es aplicable el distributismo hoy?
Una de las grandes preguntas que se hacen hoy acerca del distributismo, pero que también se hicieron en el origen de esta “tercera vía”, es si es realmente aplicable hoy, dada la coyuntura actual, el avance de la tecnología, o la influencia de ésta en los medios de producción. Sin embargo, el intelectual Juan Manuel de Prada, admirador de Belloc y Chesterton, considera que sí es aplicable hoy. Pero se centra a la hora de afirmarlo no tanto en la tecnología sino en las personas que estén dispuestas a llevarlo adelante.
De Prada explicaba que “el distributismo no postula una sociedad de individuos iguales, empachados de una libertad que acaba destruyendo los vínculos comunitarios, sino una sociedad verdaderamente fraterna, regida por los principios de dignidad y jerarquía, en la que mucho más que el bienestar importa el bien-ser. Algunos la juzgarán una sociedad utópica; yo la juzgo perfectamente realizable, en un tiempo como el presente, en que el capitalismo financiero y el llamado cínicamente Estado social de Derecho se tambalean, heridos de muerte. Sólo hacen falta católicos radicales e intrépidos, con poco que perder (el soborno del mundo) y mucho que ganar (la vida eterna)”.
Por su parte, Daniel Sada, rector de la Universidad Francisco de Vitoria, y experto en el distributismo señalaba igualmente que la propuesta distributista podría inspirar nuevos esfuerzos para superar tanto el actual sistema como “la filosofía que en él subyace”.
Según considera, en el capitalismo, “junto a un fin muy loable y necesario, como es la generación de riqueza, viene indisolublemente pegada una filosofía de fondo en la que el consumo es la lógica que parece invadirlo todo, y la persona no es fin en sí misma, sino un instrumento”. Frente a esto, el distributismo ofrece, “más que una propuesta económica concreta, una reflexión desde la centralidad de la persona”. Esta centralidad “sólo puede producirse desde la libertad», y para ello es necesario, “en el orden social y económico, una correcta distribución de la propiedad”. Así, cada hombre tendrá algo suyo sobre lo que poder actuar de forma creativa.