Isidro Catela explica la importancia de las series hoy y de todo lo que hay que comprender de ellas.
Isidro Catela, doctor en Comunicación y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, lleva años investigando sobre el fenómeno de las series en televisión, sus efectos en los jóvenes y los mensajes que se trasladan de estos visionados. Es autor de libros como Series en serio. Claves éticas en la ficción audiovisual, Ética de la televisión o Me desconecto, luego existo. Recientemente, ha participado en la Semana Diocesana de Formación de la Archidiócesis de Oviedo donde impartió un curso sobre series y jóvenes, un elemento esencial en la actualidad para conocer a una generación que devora este tipo de contenidos audiovisuales.
-Trabajar las series con los jóvenes en clase, o intentar seleccionar una serie para ver toda la familia unida tiene su complejidad. ¿Cómo lo hacemos?
-Sí, es difícil porque, por ejemplo, aunque pueda parecer lo contrario los jóvenes preuniversitarios y universitarios cada vez ven series más cortas. Y nuestros jóvenes de enseñanzas medias ven otro tipo de contenidos, y se les empieza a hacer bola series muy largas. Con lo cual, una primera cuestión que tenemos que tener en cuenta para la elección es el tiempo. El tiempo del que disponemos y, si nos vamos a embarcar en una serie, lo cual es maravilloso, hemos de programarlo en familia y tiene que haber un tiempo determinado para ello y sin otros dispositivos electrónicos, ya que, si hay un tiempo sin móviles a la hora de la comida, también tiene que haber un tiempo sólo para la serie, no para la multipantalla, donde todos nos juntemos el viernes por la noche. Esto es muy difícil, empezando por nosotros, por los padres, porque empezamos a contestar whatsapps, etc. No. Si decidimos ver una serie, en primer lugar, contemos con el factor del tiempo. Si no sabemos mucho sobre series y no sabemos cómo elegir, pues hay que mirar referentes. Ahí tenemos, por ejemplo Pantalla 90, del Departamento de Cine de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales, de la Conferencia Episcopal Española; ahí tenemos Alfa y Omega, con una selección semanal de series, o una web maravillosa que se llama Diamantes en serie que lleva un profesor de Navarra. Bueno, eso son algunas pistas y una muy general también, pero importante, y es que yo elegiría siempre la serie –cuando podemos elegir– pensando en la temática de las grandes cuestiones: la vida, la muerte, la amistad etc. y a partir de ahí buscamos la serie como excusa para hablar sobre ello. La serie no es un fin en sí misma. En fin, unas pincelas muy generales para aterrizar en algún sitio porque como veis es un tema complejo.
-Mencionabas en el curso series que han calado mucho este último año como El Juego del Calamar, un fenómeno en boca de todos, incluso de los niños, aunque la serie no era adecuada para menores. ¿Cómo enfocar estas series en familia?
-Habría que conocer a la familia, sus miembros, saber las edades. Todo ello es un indicador, pero no es el único. Conozco niños de 9 años a los que les dejaría un móvil y a personas de 40 a quienes se lo quitaría. Es decir, no es tan simple como la edad exclusivamente. También es diferente a si es en el aula o en la catequesis, donde hay niños que han visto una serie inadecuada y otros que no, que, en familia, donde un niño pide ver una serie y un «no» es perfecto. En el caso de El Juego del Calamar, yo no se la dejaría ver a mi hija de 10 años. Si me dice que todo el mundo la ha visto en clase, yo le seguiría diciendo que yo no le dejo. Si mi hija de 16 me dice que ella la quiere ver y no voy a poder impedírselo, le seguiré diciendo que no tiene mi permiso, y si descubro que finalmente la ha visto, veré si la castigo o si dialogo con ella, o las dos cosas juntas. Decir que «no» a una serie, por muy famosa que sea y aunque todo el mundo la haya visto, es posible. Decirle a tus hijos «Mira, no es adecuada para ti por exceso de violencia. No es adecuada para ti porque todo lleva un proceso de maduración y tiene unos puntos que tus padres no queremos que veas».
En el caso de que la edad sea adecuada para ver esa serie, tenemos que ser los primeros preparados. Uno no puede entrar en un aula o no puede sentarse con sus hijos sin haberla visto previamente. La mejor improvisación es la que está escrita y la que se ha preparado un poco. Luego la libertad de los hijos de Dios, ya veremos dónde sale, pero es que tengo que tener claro qué tema es el principal, qué temas son secundarios, cuáles me van a plantear conflictos, darles alguna pista de visionado sin hacerles demasiado spoiler, verla y después tener espacio para la conversación. La conversación no es un debate enfrentado. Nosotros nos habremos preparado previamente y les vamos a tratar de llevar, pero no es un enfrentamiento entre padres e hijos. Conversamos sobre lo que hemos visto y profundizamos en ello. Pero en casos excepcionales, porque, insisto, se puede decir que no a El juego del calamar o a El cuento de la criada sin ningún problema.
-Se lanzan novedades constantemente y sobre todos los géneros: ciencia ficción, distopías, series de época, románticas, policíacas… ¿Se observa alguna tendencia?
-Sí, hay una tendencia distópica que es muy habitual en tiempos de crisis, y esto nos da una gran oportunidad porque potencia la imaginación. Por ejemplo, por citar alguna tenemos El cuento de la criada, Blackmirror, El hombre en el castillo etc. hay muchísimas. Pero hay algunos puntos que a mí me preocupan sobre una de nuestras virtudes esenciales que es la esperanza ¿Por qué? Porque la distopía nos presenta una sociedad futura indeseable y con lo cual, indirectamente, está avalando el presente; te está diciendo sin decir «pues si lo que viene dentro de unos años es horrible, lo que tenemos tampoco está tan mal, y no hay que mejorar nada y, además, como parece que es lo que va a venir irremediablemente, ¿yo puedo hacer? Pues tumbarme en el sofá».
Las distopías nos arrastran en muchos casos hacia una desesperanza y hay muchísimas, y cada vez más. Hay una tendencia muy clara distópica que es propia también de tiempos donde andamos un poco como pollos sin cabeza tratando de buscar un sentido a la vida que no acaba de aparecer.
-Luego está el tema de la ingeniería social, que también lo tocabas en el curso y que se cuela constantemente en las series… ¿Cómo hacemos con eso?
-Pues desvelando antes de verlo que esto va a suceder y sucede. No hay que ser ingenuos. Yo creo que no debemos demonizar las series como relatos que son, como cuentos en muchos casos muy interesantes porque potencian la imaginación. Muchas veces tienen cosas buenísimas y de repente encontramos algo que no nos convence del todo. Eso no supone que no debamos ver la serie, pero como digo, no debemos ser ingenuos. Porque efectivamente, para que algo llegue a ser un derecho legal, antes tiene que ser aceptado por bueno por una determinada sociedad. Con las series, es una lluvia fina, un puntito, aunque hay otros muchos. Sin pensar que somos presos de conspiraciones extrañas, lo cierto es que se funciona coordinadamente para tratar de meter con calzador determinados temas. Esto es así, y lo vemos muy claro los que nos dedicamos a estudiar esto. Vemos como el guion salta por los aires y hay un peaje metido. Igual que hay una publicidad de Cocacola, por decir algo, pues hay peajes de otras determinadas cuestiones que tienen que entrar con calzador para conseguir una conquista cultural antes de conseguir la conquista política. Entonces, hay que detectar esos momentos y hablarlos en familia. «Oye, ¿has visto esta secuencia donde, sin venir mucho a cuento, uno ha dicho que no pone la X a favor de la Iglesia?» (por ejemplo). Probablemente tu hijo adolescente dirá: «bueno papá, pero esto está en el mundo». Y sí, claro que sí, pero en el mundo también hay muchas otras cosas y no están en la serie.
Es decir, que las series no son un espejo de la sociedad, como muchas veces dicen. Ha habido selección, y en la selección ha habido intención, por lo que debemos desvelar esa intención para no ser ingenuos y pensar que no la hay.
-¿Cómo valoras la presencia de lo trascendente en las series actualmente? Eso sí, dejando a un lado The Chosen, que es un fenómeno aparte.
-Sí, es un fenómeno muy interesante, un fenómeno de fidelidad creativa al Evangelio que a mí me gusta mucho. En cuanto a The Chosen hay opiniones para todos los gustos, pero mayoritariamente buenas, y se está usando bien en docencia, en pastoral, y a mí me gusta esa fidelidad creativa donde, sin traicionar la letra, hay un espíritu de personajes que no están en la Biblia, pero podrían haber estado.
Yo en clase me dedico a ir buscando la trascendencia, menos explícita, pero que aparece: ese hombre que mira hacia lo alto, por ejemplo. Igual que decíamos antes que tenemos una mayoría de relatos distópicos, también es cierto que cada vez aparece con más frecuencia un cierto anhelo de trascendencia. Yo estoy trabajando ahora en una segunda tesis doctoral sobre la figura del padre, la búsqueda de padre, y esto es algo que se ve muy claro en series y películas.
Especialmente el padre ha desaparecido de muchos lugares, es decir, vemos que la revolución del 68 se ha deconstruido: ha desaparecido el padre y ahora hay que reconstruir todas las migajas. En otras ocasiones hay un padre que está, pero es como si no estuviera. Es un punto muy interesante de trascendencia en los personajes, esa búsqueda del padre con minúscula y del Padre con mayúscula. Empieza a haber muchos personajes que buscan desesperadamente al padre. Además de ser un punto para atisbar la trascendencia, también es un punto para trabajar con nuestros hijos: la cantidad de personajes que están insatisfechos con sus vidas y quieren salir de ahí. Pues es un punto de arranque, a ver hacia dónde va el personaje. Y hay muchos personajes en búsqueda. Eso es muy interesante y nos permite trabajar con las series y con los jóvenes especialmente.