POR SU INTERÉS. EL SARAH MÁS COMBATIVO LLAMA A LIBRAR «LA BATALLA FINAL ENTRE DIOS Y SATANÁS»: SUS ARMAS DE LUZ

by AdminObra

En «El amor en el matrimonio» (Palabra), el cardenal Sarah analiza los principales desafíos y amenazas para la familia cristiana, la batalla definitiva que se libra en torno a ella y las «armas de la luz» para librarla.

El cardenal Robert Sarah no titubea a la hora de afirmar que el mundo asiste a «la batalla final entre Dios y Satanás» y que el resultado depende de dos lugartenientes de «la luz». «El combate de los esposos es cuerpo a cuerpo”, enfrentados junto a la Iglesia a «los poderes económicos y mediáticos» y a los «intermediarios diabólicos». Y se trata de un combate que es «a vida o muerte».

La visión expuesta por el cardenal guineano en su último libro, El amor en el matrimonio (Palabra) se trata de una de las más combativas que ha realizado hasta ahora. En ella expone que la Iglesia «es el último baluarte contra la barbarie», en cuyo interior también se libra una encarnizada batalla.

Pero en El amor en el matrimonio, Sarah se centra en cómo deben librarla las familias y los matrimonios cristianos.

A lo largo de poco más de 150 páginas, se describen en una primera parte las principales armas de luz con las que cuentan los esposos para hacer frente al «combate de nuestro tiempo» que, ante todo, se define como espiritual.

 

¿Con qué medios cuentan las familias para enfrentar al Goliat del siglo XXI? Ofrecemos algunos de los expuestos por el cardenal:

1º El sacrificio de los esposos contra las fuerzas del mal

En un «contexto hedonista» en el que la palabra sacrificio «no está de moda y llega incluso a inspirar terror», Sarah recuerda a las familias que este término está plenamente inscrito «en el combate espiritual» que deben librar.

Tanto, subraya, «que por encima del compromiso en la protección y fomento de la santidad del vínculo conyugal y de la vida, ese combate contra las fuerzas del mal se desarrolla en el marco de la oración de los esposos, además de en el ayuno y la penitencia».

En este sentido, Sarah destaca que en el ámbito de la vida conyugal es posible hablar de una «espiritualidad de la Encarnación» que, junto con la defensa de la vida humana y la compasión, «constituye uno de los rasgos esenciales de esa santidad específica de los fieles laicos». Su ejemplo y combate por la santidad del matrimonio y la sacralidad de toda vida humana, añade, «convierte a los fieles en antorchas de la verdad frente a la actual degradación de la sociedad».

2º Batalla… ¿cultural? Ante todo, debe ser «espiritual»

Para Sarah, el «combate definitivo de Cristo contra Satanás» consiste hoy en los intentos de este «por destruir el matrimonio y la familia», sirviéndose para ello de «los intermediarios diabólicos de este mundo». Entre ellos, menciona particularmente a «quienes inspiran y someten a votación leyes inicuas contrarias a la unidad del vínculo conyugal y de la vida».

En este combate, dice, las familias cristianas deben «revestirse con las armas» para «manifestar su fe en medio del mundo«, lo que no está exento de riesgos. Quien lo hace, «pasa a convertirse en blanco de feroces ataques de todo tipo», por lo que el cardenal remarca que el actual es un «combate espiritual» que «solo tiene sentido en el Señor».

Por ello, «las armas que hay que llevar no son de acero ni de hierro», sino que los matrimonios cristianos dispuestos a librar ese combate «deben revestirse de la energía del resucitado, de las armas de Dios«.

 

3º El campo de combate, «el desierto de Dios»

En continua analogía bélica, Sarah dice que esas armas y soldados de la luz están en un «campo de batalla», al que llama «el desierto de Dios».

¿Cómo llegar a él? Sarah destaca que la «voluntad y la energía espiritual» son necesarias a la hora de tomar una decisión, la de «detener toda actividad, incluida la profesional, renunciar al tiempo libre o a los asuntos más urgentes» para entregar tiempo a Dios. «Para cualquier hombre, mirar a Dios, contemplarlo, arrodillarse y adorarle supone un inmenso descanso». Frente a este se encuentra el campo de batalla «del mundo», plagado de bienes de consumo y placeres. Por ello, con la oración y la penitencia, llama a los cristianos a perseguir «el verdadero alimento» en el lugar adecuado: «Se encuentra en el Cielo y desde el Cielo tiene que descender hasta nosotros».

4º Seguir a los -verdaderos- primeros cristianos

Cuando Sarah describe «el violento combate frontal entre el espíritu del mundo y el Espíritu Santo», lo compara en el plano de la familia y el matrimonio a la situación que vivían los primeros cristianos, «un contexto bastante parecido al que conocemos hoy en día». Entre algunos rasgos compartidos, Sarah habla de «la banalización del adulterio, el divorcio, la unión civil temporal, la infidelidad, la poligamia, la homosexualidad y la legalización del `matrimonio homosexual, el aborto…».

Si los adversarios de la familia cristiana eran los mismos entonces que ahora, Sarah llama a que también lo sean las formas de enfrentarlos.

«Los cristianos de aquella época se negaron a cualquier componenda y permanecieron fieles al Evangelio, aunque su testimonio chocara con la cultura dominante. La firmeza de su ejemplo, la fuerza de su fe y su adhesión inquebrantable les permitieron ser la levadura en la masa pagana y, poco a poco, se fueron convirtiendo pueblos enteros» hasta que floreció una civilización marcada por el cristianismo.

5º Una advertencia frente a la acomodación al mundo

Frente a su ejemplo, Sarah advierte de que en la última década, «la tentación de acomodarse al mundo dominante o la adaptación de la doctrina de la Iglesia a los casos particulares surgidos de la pastoral» son una amenaza real» difundida «por algunos medios de comunicación católicos complacientes» y que se ha apoderado «de cierto número de obispos».

Frente a esa acomodación y a la amenaza de rendición, Sarah anuncia «la hora del combate entre las tinieblas y la Luz, que como una antorcha transmite sola y exclusivamente la Iglesia y que ninguna tempestad será capaz de apagar».

6º Ofrecerlo todo a Dios y estar dispuestos al martirio profesional o social

Sarah también se dirige a los esposos cristianos como «testigos de Cristo» para recordarles su vocación de «permanecer fieles, pase lo que pase, a Cristo y al Evangelio de la vida». Una fidelidad que debe ser comparable a la del martirio, con la novedad de que «el derramamiento de sangre no es la única» modalidad.

«La vida del mártir cristiano es aquella en la que se ofrece todo a Dios, en particular, la propia competencia profesional -cita, por ejemplo, a quienes trabajan en el mundo sanitario y rechazan el aborto- o bien la reputación«, por defender «valores no negociables cuando son pisoteados». La del mártir cristiano del mundo presente, «es una vida en la que se renuncia a todo por amor a Dios», subraya.

«Ofrecerlo todo a Dios» es un importante rasgo del martirio, que hoy puede que no conlleve el martirio de sangre, pero sí perder un trabajo, amistades o puestos por permanecer fieles a Cristo y al Evangelio. Especialmente en el ámbito médico, negándose a participar en el aborto o la eutanasia.

 

7º Un compromiso férreo e inquebrantable con la Iglesia

Bajo esta visión del martirio y las fuerzas de la luz, Sarah subraya que «nadie puede permanecer indiferente» ante los ataques a la familia y el mensaje del Evangelio. Así, destaca por ejemplo que «la protección del embrión es la condición sine qua non para combatir la civilización de la barbarie y asegurar el futuro de nuestra humanidad», pero no a única:

«Os animo a seguir la línea inquebrantable de la Iglesia, la de la defensa de la dignidad de la persona humana. Oponeos al falso y escandaloso matrimonio homosexual, a esas aberraciones que son la procreación médica asistida y la gestación subrogada. Combatid con energía la teoría absolutamente delirante y letal de género«.

8º Edificar la fortaleza inexpugnable del amor y la oración de los esposos

Frente a estas amenazas, la familia cristiana puede defenderse con lo que Sarah llama «una fortaleza inexpugnable», «el amor de los esposos que rezan juntos a diario«.

«Es bueno reforzarlo, pero no siempre resulta evidente cómo rezar y sobre todo qué decir», explica el cardenal, que dedica los dos últimos apartados de su libro a elaborar un plan semanal de la práctica de la oración conyugal e incluso un taller de «tiempo de escucha» entre los cónyuges.

«Los hogares de los esposos que han situado la oración conyugal en el centro de su vida han vivido una renovación extraordinaria que, en algunos casos, roza lo milagroso. No obstante, para qué de su fruto, la oración no puede ser irregular, día sí, día no, mes si, mes no. Está llamada a integrarse en la vida diaria como un encuentro de comunión entre dos bajo la mirada de Dios. Unos pocos minutos para una eternidad de amor», concluye.