POR SU INTERÉS (de quien fuera obispo de Mondeñedo-Ferrol)

by AdminObra

por Monseñor Manuel Sánchez Monge

El filósofo Higinio Marín, profesor de Antropología Filosófica en la Universidad CEU Cardenal Herrera, explica la naturaleza de una agenda promovida por las élites globalistas y que tiene un marcado carácter estatalista y relativista.

Los objetivos de desarrollo sostenible (‘sostenible’ es hoy una palabra talismán que se usa para todo) son muchos de ellos loables y que pueden ser admitidos por todos: el cuidado de la naturaleza, erradicar la pobreza y el hambre en el mundo, agua disponible para todos, etc. Todos ellos formulados en un lenguaje lo suficientemente ambiguo como para prestarse a las más diversas interpretaciones.

Pero detrás la Agenda 2030 se esconde un intento de cambio de civilización, un nuevo orden mundial que cambie las convicciones de las personas. Se trata de un sistema globalista -que nada tiene que ver con la globalización- que apunta hacia un gobierno mundial no elegido ni democrático. En el documento hay brillantes generalidades para hacer creer a la gente que, si se entrega todo el poder a las Naciones Unidas y a la Agenda 2030, todo irá bien. Pero no, la Agenda 2030 es una trampa.

La familia es considerada un entorno de discriminación y desigualdad. En la Agenda 2030 la familia y la religión aparecen como aspectos conflictivos.

La religión y la familia plantean problemas, no soluciones. Por ejemplo, tener hijos, la responsabilidad de los esposos o la generosidad en el matrimonio no forman parte de este nuevo sentido común. Tampoco les viene bien que la educación pertenezca a los padres.

Luego hay cuestiones evidentemente inasumibles desde la doctrina católica. Sirva como ejemplo la llamada salud sexual y reproductiva. Se promueve el aborto y el uso masivo de anticonceptivos. Hay otro aspecto muy grave: la llamada igualdad de géneros. La Agenda 2030 asume la terminología de la ideología de género y de la corrección política contemporánea: laicista y estatalista.

Hay una intención de establecer el Nuevo Orden Mundial que deje fuera a muchas instituciones, en particular a las que tienen un cuño cristiano. Es el Estado quien marca el modo de vivir y así se genera un relativismo que convierte la tolerancia en el valor moral por excelencia. ¿También hay que ser tolerantes con el mal? Son liberticidas y generan relativismo. Creen que se puede y se debe elegir todo; también el género es cuestión de sentimientos.

Hay algunas instituciones cristianas que asumen la Agenda 2030. Dicen que es para no quedarse fuera del foro público o no automarginarse. Quieren conseguir ayudas que se les negarían de no asumirla. Pero el apellido cristiano tiene exigencias ineludibles.

Nuestras sociedades se están polarizando sin marcha atrás. Hay dos versiones de Occidente cada vez más antagónicas. Estamos llegando al punto de que las distintas visiones del mundo tienen tan poco en común que apenas podemos hablar lenguajes comunes.

Si uno levanta un poco la mirada puede ver también que estamos viviendo una renovación. Hay un resurgimiento de familias cristianas, se puede ver en algunos lugares de Francia y de España.

La imagen de un matrimonio con tres o más hijos ofrece una visión alegre y amable de la vida. Ahí está el resurgir. El matrimonio cristiano de personas jóvenes que viven con generosidad es la forma contemporánea más directamente visible de la alegría de la vida cristiana.

La alegría es el certificador social de que alguien posee un bien. Y esos padres que van por la calle con más hijos de los que el sentido común moderno dicta tienen un inmenso poder transformador.

Publicado en El Diario Montañés.

Monseñor Manuel Sánchez Monge es el obispo de Santander.