San José ha sido enormemente representado en el arte a lo largo de los siglos y uno de los elementos característicos que más acompaña a este santo en el arte es una vara florida, cuyo origen viene de una tradición antiquísima relacionada con los desposorios entre la Virgen y San José.
Esta tradición proviene de los Evangelios apócrifos y sitúa el acontecimiento al cumplir la Virgen la edad de doce años (Protoevangelio de Santiago) o los catorce años según el Evangelio del Pseudo Mateo y el Libro sobre la Natividad de María. En ellos se dice que María llevaba interna en el Templo desde los tres años, y al llegar a aquella edad, el Sumo Sacerdote consideró que había que buscarle un esposo para cumplir con la Ley de Moisés.
María expuso que había hecho voto de consagrarse virgen a Dios, por lo que el Sumo Sacerdote le sugirió que hiciera oración para ver cuál era la voluntad divina, oyéndose entonces desde el Propiciatorio una voz que indicó que se le diera esposo según la profecía de Isaías: “Un brote saldrá del tronco de Jesé, un vástago surgirá de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de Yahvé”. Por ello se convocó a todos los descendientes de David, solteros y viudos, que deberían llevar una vara. Se hizo oración y milagrosamente floreció la de San José con unas blanquísimas flores, al tiempo que voló sobre ella una paloma nívea. De ahí que se represente siempre a San José con esta vara con flores blancas.