La Transfiguración confirma la confesión de pedro en Cesarea de Filipo.
Y consagra la revelación de Jesús, Hijo del hombre, paciente y glorioso, cuya muerte y resurrección cumplirán las Escrituras.
Revela la persona de Jesús, Hijo muy amado y transcendente, que posee la gloria misma de Dios.
Manifiesta a Jesús y su palabra como la ley nueva.
Anticipa y prefigura el acontecimiento pascual que, por el camino de la cruz, introducirá a Cristo en la plena expansión de su gloria y de su dignidad filial.
Esta experiencia anticipada de la gloria de Cristo está destinada a sostener a los discípulos en su participación en el misterio de la Cruz.
Los cristianos, hechos por el bautismo partícipes del misterio de resurrección prefigurado por la transfiguración, son llamados ya acá en la tierra a transfigurarse cada vez más por la acción del Señor hasta que sean totalmente transfigurados con sus cuerpos cuando llegue la parusía.
En su participación actual en los sufrimientos de Cristo todo encuentro auténtico con el Señor Jesús tiene en cierto modo la misma función para el apoyo de su fe que la transfiguración para el apoyo de la fe los discípulos.