La memoria de la Santísima Virgen María del Rosario es una de las 11 memorias recogidas en el calendario universal en honor a la Madre de Dios. Seis son libres; y las otras cinco, obligadas. Así, la festividad que nos ocupa en esta ocasión.
Fue introducida por San Pío V, tras la victoria de la armada cristiana contra los turcos en Lepanto, en el año 1571, bajo el título “Santa María de la Victoria”, como acción de gracias por el triunfo de esa acción de armas.
Gregorio XIII, en 1573, ya ordenó que la fiesta fuese con el título del “Santo Rosario”, en el primer domingo de octubre, limitándose su conmemoración a aquellas capillas que estuviesen bajo esta advocación.
Clemente X la extendió, en 1676, a toda la cristiandad.
Desde 1716, a raíz de otra batalla, el “Asedio de Temeswar”, durante la guerra Austro-turca, con la victoria del emperador Carlos VI sobre los turcos en Hungría, el Papa Clemente XI la hizo ya universal para toda la Iglesia Católica.
San Pío X la trasladó, en el año 1913, del primer domingo de octubre al día siete de dicho mes.
Todo ello ocurre en un momento, finales del siglo XVI, en el que se está dando un impulso de defensa y de reacción contra el protestantismo al fomentar el culto a la Santísima Virgen. Este culto aumentó extraordinariamente durante ese tiempo y tomó las nuevas formas de exuberancia y exaltación popular que vemos reconocidas, por ejemplo, en la devoción del Santo Rosario y en jaculatorias como “Jesús y María”, que eran invocadas por los soldados en medio de peligrosas batallas.
El nuevo Calendario litúrgico mantendría la fecha.
El formulario de la Misa alude a los tres grupos de misterios de la vida del Señor y de la Virgen que se conmemoran en el rezo del Santo Rosario.
La sustitución de la antigua Oración Colecta por la conocida oración “Gratiam tuam” (que se suele rezar al finalizar el rezo del Santo Rosario, o del Ángelus) y la introducción de una nueva Oración de Postcomunión muestran la intención de revalorizar el Misterio de Cristo.