Hoy hablaremos de una película singular, todas lo son, coincidiendo que en fechas recientes el martirologio recogía los martirios de multitud de mujeres, religiosas o no, y sacerdotes, y tantos otros, que fueron martirizados por su fe durante la Revolución Francesa. Nos referimos a “Diálogos de Carmelitas”, (1960).
La película está basada en una obra teatral homónima del autor francés George Bernanos, católico, que, a su vez, se había basado en la novel de Gertrud von LeFort “La última del cadalso”. Sería interesante conocer la vida y la experiencia de fe de ambos autores, especialmente Bernanos, porque entonces sabríamos qué nos quiere transmitir tanto su obra literaria como el director de la película, en este caso, dos directores: Philippe Agostini y Raymond Leopold Bruckberger.
Bernanos era un autor francés de la primera mitad del siglo XX que junto con otros autores católicos como él transmitieron, o supieron transmitir, a través de su obra literaria grandes cuestiones del dogma, especialmente la Gracia. Bernanos fue el autor de “Diario de un cura rural”, también llevada al cine, que remataba con la famosa frase del protagonista “Todo es Gracia”. Ésta debería ser la afirmación constante del cristiano. Todo es Don, todo es Gracia. Pero el contexto en el que Bernanos desarrolla estas afirmaciones es de enorme lucha interior en sus protagonistas; agónica, diríamos, llevada al límite, casi a la desesperación, a causa de la constatación de las propias debilidades y miserias de sus protagonistas. Pero miserias que no ahorran la búsqueda de Dios en sus protagonistas, al contrario, búsqueda en medio del “detritus” vital de la Misericordia.
Tiene un parentesco con Graham Greene, en este caso. Bernanos, al tiempo, fue un hombre inspirado por otro gigante de la literatura francesa de finales del siglo XIX como fue Leon Bloy, otro autor “radical”, enamorado de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia, pero fustigadores de sus miserias, en clérigos y fieles, que Bloy descubre en la tibieza causa de la mediocridad espiritual de los católicos, y, para este tipo de autores, vomitiva.
Así pues, la película, con una hermosísima fotografía en blanco y negro, con la actuación soberbia de Alida Valli, actriz italiana de moda en el momento, que fuera la protagonista de “El tercer hombre”, ni más ni menos, pero permítaseme resaltemos la interpretación de otra actriz de moda en aquellos años, la francesa Jeanne Moreau, que interpretaba a una carmelita maestra de novicias, y con una caracterización perfecta del ambiente histórico de los años conocidos como “El Terror”, dentro de dicha Revolución, nos relata el martirio en la guillotina de las Carmelitas de Compiégne en la Place Nation el 17 de julio de 1794 por no renunciar a sus votos monásticos. Así pues, fiel reflejo del terror que se instauró en Francia contra el catolicismo. Serían enterradas en fosas comunes, y beatificadas por San Pío X.
Pero qué nos puede ofrecer a nuestra vida espiritual. Lo hemos dicho. El triunfo de la Gracia en nuestra naturaleza herida y débil. Recuerdo cuando leí la obra teatral para una asignatura del ciclo institucional de teología que comenté una de las frases que más me llamó la atención en el diálogo entre la priora y una jovencita que acababa de entrar como novicia. Ésta tenía ganas de entregarse a Dios con todas sus fuerzas. La Madre superiora le hizo ver que Dios pondría a prueba sus debilidades. La debilidad mostrada por el dedo paterno de Dios es la verdad de nuestra vida que no nos incapacita para ser santos, al contrario, la miseria constatada, reconocida, aceptada es el verdadero camino hacia el Cielo. Pero no es fácil que esto lo aceptemos. Nuestra religión no es religión del mérito, sino de la Gracia en nosotros.
Así pues, finalmente, cuando sean todas presas por los soldados republicanos, la antedicha madre formadora de novicias, dominada toda su vida carmelitana por un espíritu de exigencia personal y hacia las demás, ascética, mortificada, recia, coherente con lo que dice y enseña, conquistada por esa mentalidad jansenista que asoló la vida de piedad católica en Francia, y “primera candidata” para afrontar el martirio en “perfectas” condiciones de entrega y serenidad, será la que se libre de la detención, por más que desee ser presa para morir por Dios. Pero, ¿quién sabe quien está preparado?
Ella tendrá que obedecer, y así poner a prueba toda su capacidad de mortificación personal, que realmente vivía, a la Madre Superiora cuando con un gesto le impida entregarse. La Priora ya sabe que es virtuosa, pero para su vida de santidad debe aceptar la Voluntad de Dios y no sufrir martirio de sangre, sino de obediencia. Ella debe entender que el martirio no es una conquista personal sino una Gracia inmerecida, ni siquiera esperada. De ahí, que las novicias, tan asustadizas, tan jóvenes, tan impresionables, tan débiles, que no dan seguido el ritmo impuesto por la Maestra serán las que suban al cadalso en plenitud de alegría martirial cantando el VENI, CREATOR SPIRITUS. Venció la Gracia en la debilidad; venció la Gracia en la obediencia.
Todo ha de ser Gracia. “La fuerza se realiza en la debilidad” diría tan acertadamente otro “experto” en el triunfo del Don de Dios en su vida como fue San Pablo (2Cor 12, 9).
Que la disfruten.