Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza
A ti, celestial princesa
Virgen sagrada María
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía. Amén.
La certeza de que María fue creada sin pecado, como una “segunda Eva”, lleva afirmar que es más importante que ésta.
En el Antiguo Testamento las figuras, o prefiguraciones, o tipos, nunca son mayores que su culminación en el Nuevo. Adán prefigura a Jesús, pero no fue mayor que El, por ejemplo. David anuncia Jesús, verdadero rey de Israel, pero no fue más grande que el Mesías. Así pasa con Eva y la Virgen María.
Eva, ciertamente, fue creada “muy buena”, sin pecado. María, como “segunda Eva”, también debe haber sido creada sin pecado. Es más, ya se sugiere que nunca pudo cometer alguno. Si hubiese cometido un solo pecado, entonces Eva sería más importante que la Virgen.
Igual que Jesús, el Nueva Adán, fue creado sin pecado y vivió sin cometerlo, también María, la Nueva Eva, fue hecha libre de pecado.
San Efrén y San Agustín, ambos en el siglo IV, reconocen que, aparte del mismo Jesús, María Santísima es la única excepción a la enseñanza bíblica de que todos los seres humanos nacidos tras la Caída se encuentran bajo el poder del pecado (Rom 3, 23; 5, 12-17).
También, es cierto, la falta de pecado de María no es el resultado de su lucha; no es algo que haya alcanzado ella, sino un puro don de la Gracia de Dios.