Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza
A ti, celestial princesa
Virgen sagrada María
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía. Amén.
San Juan vuelve a hablar de la “mujer” en su Apocalipsis, de la “mujer vestida del sol” (Ap 12, 1-9).
¿Quién será?
¿Una persona? ¿Un colectivo?
Casi todos piensan que es un individuo. Pero también hay quien afirma que podría referirse a una colectividad teniendo en cuenta que Jerusalén, la Ciudad Santa, es descrita como la “novia” de Dios, y los sufrimientos del Pueblo Santo con identificados con los sufrimientos de una parturienta. Así aparece en varios profetas: Isaías, Jeremías, Miqueas. Ciertamente, el Apocalipsis nos dice que la Iglesia es la “esposa” de Cristo, y la “nueva” Jerusalén. Por eso, un grupo afirma que la “mujer de sol” es un símbolo de Israel, de la Iglesia, o de ambos.
¿Qué concluiremos? Que podría referirse tanto a un individuo como a un colectivo. Con todo, en el mismo Libro del Apocalipsis se habla del “Dragón”, que se identifica con Satanás, un individuo (y también una colectividad, los reyes malvados de la tierra); y se nos habla de “el niño”, que se identifica con el Mesías, un… individuo (y una colectividad, sus seguidores). Así pues, sin miedo a equivocarnos diremos que hay que pensar en María, una persona individual (y una colectividad, la Virgen María representa, como Nueva Eva, a la Iglesia, Nuevo Israel o Nueva Jerusalén).
Ella puede ser tanto María como el Pueblo de Dios.
En resumen, y según el evangelista y apóstol San Juan, tanto en su Evangelio como en su Apocalipsis, María es la Madre de Jesús; pero también es la Segunda y Nueva Eva y la “mujer” del Génesis, madre del Mesías, cuya descendencia aplastaría a Satanás y desharía la Caída de Adán y Eva, precisamente por medio de su Muerte en la Cruz.