Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza
A ti, celestial princesa
Virgen sagrada María
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía
Mírame con compasión
No me dejes, madre mía
La Virgen María, pues, está descrita en el Nuevo Testamento con rasgos de Eva, la madre de los vivientes, y de la “misteriosa” mujer del Apocalipsis. Especialmente descubrimos esta puesta en escena en el Evangelio de San Juan y el Apocalipsis.
Pues bien, la Virgen María aparece en dos ocasiones en el Evangelio de San Juan: en las Bodas de Caná y en la Crucifixión.
Si se leen ambos episodios juntos, y a la luz de lo introducido en los últimos días sobre Eva, se revelan pistas de que María es “la mujer” del Génesis cuyo “linaje” se impondrá al de la serpiente.
Dos asuntos llaman la atención. Uno, las Bodas se celebraron “tres días después”, así dicho, nada más; dos, Jesús llamó a María “mujer”.
A simple vista, la alusión de San Juan al tercer día podría antojarse una mera información cronológica; pero, en el fondo, se ve una alusión al Génesis pues este Libro habla de los siete días de la Creación, y el Milagro de Caná ocurre a los siete días de la vida pública de Jesús. Curioso. Importante. Así pues, San Juan nos está diciendo que Jesús es el Nuevo Adán, cuya predicación pública supone una… nueva Creación. Sabiendo esto, se entiende que Jesús llame a su Madre, “mujer”. No es falta de respeto, como a veces se dijo. No. Se está pensando en la mujer del Paraíso, en Eva. Y se está afirmando que la Virgen es, por tanto, la “nueva Eva”. Igual que Eva invitó a Adán a comer del fruto prohibido entrando así el pecado en la Creación, ahora María invita a su Hijo a realizar su primer “signo”.
Esta conexión María-Eva es más fuerte, todavía, en el pasaje de la Crucifixión. Para San Juan la Crucifixión será la “hora” en la que el Demonio será expulsado, en primer lugar. En segundo, cuando el Señor esté a punto de expirar en la Cruz, instante que supondrá la expulsión y derrota del Demonio, vuelva a dirigirse a su Madre como “mujer”.
Por tanto, la Virgen no es, bajo ningún concepto, una mujer más. Ella es “la” mujer verdadera de Génesis, la cual, con su descendencia, porfiará contra la serpiente y su linaje. La cual saldrá a relucir como tal en la victoria final.