NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

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Este singular privilegio no fue desconocido al Magisterio de la Iglesia ni a la conciencia del pueblo fiel antes de la definición pontificia. Ya desde el siglo VII en Oriente, y desde el siglo IX en Occidente, se celebra una fiesta litúrgica de la Concepción de María.

En Occidente, realmente, hubo sus controversias. En el siglo V es la pugna teológica contra el ‘pelagianismo’, pugna que había hecho necesaria la defensa de la transmisión universal del Pecado Original y, consecuentemente, de la universalidad de la Redención. Pero jamás faltaron defensores de esta verdad.

Característica es la controversia entre Dominicos (maculistas) y Franciscanos (inmaculistas) en el siglo XIII; los primeros, siguiendo a Santo Tomás negaban la exención del Pecado Original en María, aunque admitían su consiguiente santificación inmediatamente después de la concepción en el útero materno; los segundos, capitaneados por Scoto, sostenía la posibilidad y después el hecho del privilegio mariano.

La preocupación de le herejía pelagiana, y los imprecisos conocimientos de fisiología de la fecundación y la concepción embarulló la reflexión sobre el privilegio.

La Iglesia, sin prisas, desde Sixto IV (s. XV), que aprobó la fiesta de la Inmaculada Concepción, y Gregorio XVI (s. XIX), que incluyó este título en las Letanías, fue abriendo el camino a la solemne definición.