- El arzobispo presidió la Eucaristía en honor de la Virgen del Rosario en la Iglesia de los Dominicos
“Esta tarde nos hemos reunido como comunidad cristiana para venerar con filial afecto a la Patrona de la Ciudad, Nuestra Señora del Rosario. Un acontecimiento que conmemoramos con hondura religiosa, siendo un faro orientador en medio de las zozobras de nuestra vida, y una manifestación de piedad mariana que encuentra en esta ciudad un eco especial”. Así se expresaba el arzobispo en la Eucaristía que presidió hoy en la Iglesia de los Dominicos en A Coruña, con motivo de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, una ceremonia que contó con la presencia de la alcaldesa de la ciudad herculina, Inés Rey.
Monseñor Barrio destacó la importancia del rezo del Rosario, “una oración que “se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes y se siente empujado por el Espíritu de Dios a remar mar adentro, para anunciar, más aún, proclamar a Cristo al mundo como Señor y Salvador”.
Además, el arzobispo resaltó la aportación de la fe a la sociedad e indicó que “marginar a Dios no libera al hombre. La vida se oscurece si no se abre a Dios, referencia para entender y organizar nuestra vida eclesial, social, cultural y política en una sociedad muy agrietada que debe preocuparse por las personas mayores, por los descartados y marginados, por los jóvenes a los que hay que dar motivos de esperanza y por los que han perdido el trabajo o están en riesgo de perderlo. Seamos capaces de agradecer lo mucho que personas e instituciones hacen por el bien común de todos. La crisis de la conciencia y de la vida moral está afectando a las costumbres y principios inspiradores de nuestra conducta y generando desconfianza”.
En ese sentido, monseñor Barrio dijo que “fiarnos de Dios es recuperar la confianza y superar todo relativismo. La Virgen María se adhirió responsablemente a la voluntad de Dios; y su acción estuvo animada por el espíritu de servicio, siempre atenta a las necesidades de los demás”.
“Expresamos a María nuestro amor filial y le pedimos que nos socorra para evitar todo aquello que nos aleja de Dios y de los demás. Ella sigue siendo contemporánea nuestra, “guía segura de nuestro camino”. Acojo su ofrenda, Sra. Oferente, para ponerla en el altar diciendo a María: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, terminó diciendo el arzobispo.